La esperanza
El enfado es una constante en nuestros días. Un estado de ánimo perenne en la sociedad desde hace casi una década. Pero en contra de lo que pueda parecer, hay lugar para la esperanza. Si uno observa los titulares de prensa en los últimos años parece que este país se ha llenado de ladrones, y ese es el primer error. La historia de España —y la de todo el mundo desde el antiguo Egipto, pasando por Grecia, Roma y hasta hoy— es una constante de corruptelas, apropiaciones, abusos y acumulaciones fraudulentas de riqueza. La diferencia es que ahora abusones y corruptores son señalados con el dedo, llevados ante un juez y enviados a la cárcel. Lo nuevo no es la corrupción, lo nuevo es que se castigue. Nuestra democracia, aunque joven, comienza a exigir a políticos y agentes sociales que realicen con decencia su trabajo; son ellos los que nos sirven a nosotros y no al contrario. La decencia no debiera tener signo político, porque está claro que la corrupción no lo tiene. La esperanza de que la sociedad madura castigue en las urnas a los ladrones —Francia con Fillon ha sido un ejemplo— es el sueño despierto del que no da todo por perdido.— Ramón Álvarez Palou de Comasema. Oroso (A Coruña).
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