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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

Mecahattan

Antes de que Mahoma predicara el islam, la Meca ya era para los paganos una ciudad santa, entre los cuales se encuentran lugares de vital importancia religiosa como, por ejemplo, la Kaaba.

Desarrollo urbanístico en La Meca
Desarrollo urbanístico en La MecaMeshal Obeidallah (Wikimedia Commons)
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A tan solo 80 kilómetros del Mar Rojo se encuentra la ciudad de La Meca, una de las principales ciudades de la región del Hiyaz, en Arabia Saudita. Con una población de más de un millón y medio de habitantes, La Meca recibe cerca de tres millones de peregrinos para realizar el Hajj -o el peregrinaje mayor- durante el duodécimo mes del calendario musulmán. Pero durante todo el año, también se realiza la peregrinación menor o Umrah, lo cual genera un total que alcanzaría los 13 millones de visitantes anuales.

A pesar de tener este gran volumen de peregrinos, la ciudad natal de Mahoma y el lugar más sagrado del islam ya no es lo que se conocía como un recinto de peregrinación y culto, sino que más bien, con el paso del tiempo, se está convirtiendo en un gran parque temático lleno de centros comerciales, hoteles de lujo y centros de ocio. Paralelamente, un gran volumen de asentamientos humanos autoconstruidos situados en la periferia de la ciudad están empezando a formalizarse haciendo visible, en conjunto, las desproporcionadas desigualdades urbanas que padecen la mayoría de las ciudades del mundo.

Con una inversión de más de 3100 millones, uno de los proyectos más recientes situado a tan solo dos kilómetros de la Gran Mezquita de Masjid al-Haram, ha sido la construcción del Hotel Abraj Kudai, considerado el más grande del mundo. Se trata de un complejo de 12 torres que en conjunto tendrán 10.000 habitaciones, un centro comercial, más de 50 restaurantes y cuatro helipuertos, además de contar con cinco plantas para la familia real saudí.

Lamentablemente, edificios históricos han sido demolidos para poder alzar estos hoteles de lujo y complejos turísticos que no encajan, en absoluto, con el paisaje urbano del lugar. La esencia del viaje espiritual y peregrinación, a simple vista, es imperceptible e inexistente.

Parece que el mensaje de la peregrinación, el cual mantiene que ricos y pobres son iguales ante Dios, se está desvaneciendo en la ciudad sagrada. Las autoridades saudíes, sin embargo, alegan que lo primordial es cubrir las necesidades y comodidad de los peregrinos adinerados.

“Los rascacielos están en todo el mundo, no solo aquí. Y alojar confortablemente a las personas es más importante que conservar un monumento”, así lo mencionó el príncipe Khaled al Faisal, emir de La Meca en una entrevista con la BBC para justificar la destrucción de una fortaleza otomana y construir en su solar otro edificio polémico.

Otro de los proyectos realizados, y quizá, el que más impactante a nivel visual, es la construcción del Hotel Makka Royal Clock Tower, también conocido como las Torres Abraj Al-Bait. Este proyecto forma parte de un extenso programa de desarrollo que comenzó en la década de 1960 para ampliar la ciudad sagrada. Contiene la torre del reloj, similar al Big Ben, con la diferencia que ésta tiene 600 metros de altura (5 veces mayor que la torre inglesa).

Lo sorprendente de este hotel, es que se asoma a la Kaaba, el santuario que alberga la Piedra Negra, la reliquia del paraíso según la tradición islámica. Lo que es conocido como la «casa de Dios», donde lo divino toca lo terrenal, y hacia ella orientan su rezo los musulmanes de todo el mundo ubicando el oriente.

Esta edificación, colocada junto a lo que se entiende como uno de los lugares más sagrados del planeta, evidencia el grado de desproporción, disparidad (en todos los sentidos) y descontrol por parte de los ejecutores y entes responsables. Obviamente, los precios de este hotel solo son asequibles para unos pocos de los muchos que visitan diariamente la Meca.

Según Irfan Al-Alawi, director de la Fundación de Investigaciones sobre el Legado Islámico, calcula que el 95 por ciento del patrimonio histórico de la ciudad, datado del siglo VII, ha sido demolido para alzar este tipo de construcciones de lujo.

La casa de Jadiya, la primera esposa de Mahoma, así como la Casa de Mawlid, donde se dice que nació el profeta han sido demolidas. Los más curioso, es que no ha habido casi voces críticas al respecto de estas demoliciones y ahora los expertos están escandalizados. De los quince barrios antiguos de la zona, quedan únicamente dos.

La casa donde vivió Mahoma, emplazada en las afueras del perímetro sagrado, aún se conserva. Pero, tal como asegura Ziauddin Sardar, consejero del Instituto Musulmán en Londres, los clérigos más radicales prefieren que se construya un aparcamiento.

¿Y por qué? Simplemente porqué los líderes religiosos conservadores no quieren que las casas ni tumbas asociadas al profeta sean lugares de oración, ya que es equivalente a rezar a seres humanos, o sea, un sacrilegio.

Esta reconversión urbanística ha generado una gran burbuja inmobiliaria, donde hace 35 años un metro cuadrado se vendía a 3 dólares y a día de hoy, ya alcanzan los 22.000 dólares en la periferia. En las cercanías de la Meca el precio por metro cuadrado de tierra puede alcanzar el medio millón de dólares.

La Meca, ya no solo es destino de peregrinaje sino de bodas y convenciones, por la monumentalidad de sus edificaciones. Cada vez más, el desarrollo urbano va ampliándose continuando con las construcciones de grandes planes urbanísticos, dando pie a grandes infraestructuras: carreteras, autopistas, metro, una línea de AVE entre Medina y La Meca (construida por un consorcio español), etc.

El tráfico de peregrinos y visitantes es tan alto, que hay lista de espera para la obtención de permisos –ya que las infraestructuras se quedan cortas-. Muchos musulmanes ahorran toda su vida para poder visitar la Meca.

La cultura del peregrinaje, definitivamente, ha cambiado. Ya no es un rito transformador ni una experiencia espiritual. Es un ejercicio entre rituales y tiendas. Y todo esto porque las autoridades han buscado ganar beneficios con un parque turístico que de dinero a la ciudad. Aunque, es demasiado tarde para frenarlo. Los sitios históricos serán destruidos y no habrá nada que proteger.

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