Bikkembergs, ropa con testosterona
El nuevo director creativo de la marca, Lee Wood, demuestra que funciona la conexión hombre-fútbol-elegancia
Del grupo de diseñadores belgas que transformó la moda en los años ochenta, y cuya influencia hoy resuena con más fuerza que nunca, tal vez Dirk Bikkembergs sea el menos reivindicado por las generaciones más jóvenes. El nuevo director creativo de la marca, Lee Wood (Inglaterra, 1972), sabe por qué. “En 1998, Dirk decidió desfilar en Milán y se distanció de ese aire parisino que tenían sus compatriotas. Decidió ser más comercial. Pero ojo, aquí comercial no es una palabra ofensiva, más bien todo lo contrario. Fue el primer diseñador que abrazó el deporte, un nicho con millones de seguidores que consiguió que la marca tuviera un atractivo masivo. Fue un pionero. Hoy, todas las firmas tienen una línea deportiva”, cuenta desde el estudio de diseño que la casa ha abierto en la capital transalpina de la moda.
La misión de Wood, cuyo nombramiento se hizo público en junio del año pasado, es añadirle a esa exitosa parte sport (que sigue produciendo superventas como las zapatillas Soccer, una reinterpretación de la clásica bota de fútbol) la sensibilidad de moda que necesita una firma de lujo como Bikkembergs. “Es como un reseteo de la marca. Volver a tomar posesión de sus códigos. Es cuestión de elegancia, de respeto, y también de progreso. De producir ropa que reconozcas enseguida”. Su primera colección, la del invierno que viene, se presenta este mes en Milán; el diseñador ha tenido que trazar su plan Bikkembergs a toda prisa. “La mañana que llegué, esto estaba vacío. Sólo estaban mi mesa y mi silla. El proceso ha sido muy lento, pero no porque sea una diva indecisa, ¡es que estaba todo por hacer!”.
Wood pasó su infancia en las antípodas del estrés fashion: montando a caballo en el campo, cerca de Reading, donde sus padres tenían un pub. “Siempre estaba rodeado de adultos. Siempre fui curioso. Me gustaba construir cosas con las manos, volvía loca a mi madre porque me regalaban cosas, tiraba el regalo y me quedaba con el envoltorio. ¡Prefería jugar con la caja vacía que con lo que había dentro!”, ríe.
"Me inspira la masculinidad. Yo no soy ni muy joven ni muy delgado y, aunque no diseño para mí, creo que debes estar presente en lo que creas”
Estudió moda y se mudó a Londres, donde trabajó de camarero y puso cafés en el estudio de diseño gráfico donde ideaban los patrones de la revista Burda. Acabó haciéndose estilista. Corrían los primeros años noventa y él y sus amigos invertían horas en preparar el look que se pondría para salir cada noche: Wood llegó a pasar un día cosiendo vaqueros viejos en una falda de patchwork tejano como las que diseñaba Jean Paul Gaultier. “Mis amigos y yo disfrutábamos creando imágenes. Intentábamos encontrar nuestro lugar en la industria de la moda”, ríe. En 1998 lo encontró, pero no en Gaultier sino en Milán, con Donatella Versace. Trabajó para ella durante 16 años.
En ese estudio de diseño en el que Wood vive 14 horas al día, siete días a la semana, desde hace unos meses, hay un pantalón de cuero con el frontal negro y la trasera a rayas. Es una de las piezas de los inicios de la marca que el inglés ha rescatado de los archivos, además de una colección de esas botas de suela gruesa con las que Bikkembergs se hizo famoso.
En el moodboard que ha inspirado la colección del próximo invierno, entre otras imágenes de moda, arte y arquitectura de hoy, también está el edificio de Amberes (una construcción a rayas) que originó el pantalón. Pero no busque ninguna prenda parecida en el desfile: “Se trata de recuperar la energía de la firma, no de reeditar sus iconos”, sostiene el diseñador.
La energía de Dirk Bikkembergs es la del eterno revoltoso. Alemán de nacimiento, estudió diseño de moda en la Royal Academy of Arts de Amberes y debutó en 1985 con una colección de zapatos de aspecto contundente. Al año siguiente formó parte de una de las leyendas más repetidas del negocio: la de aquellos compañeros de escuela que se subieron a una furgoneta para presentar sus colecciones en Londres y, gracias a su estética cruda, se hicieron famosos al momento.
Sus nombres tendían a lo impronunciable (Ann Demeulemeester, Dries Van Noten, Dirk Van Saene, Marina Yee, Walter Van Beirendonck y el propio Bikkembergs), así que los llamaron Los Seis de Amberes. Pasaron a los libros de historia de la moda y convirtieron Bélgica en una superpotencia creativa. Pero en Bikkembergs no había rastro de la anárquica creatividad de sus congéneres.
Desde el principio, sus hombres eran atléticos y musculosos y vestían con cara desafiante los iconos de la joven marca: clásicos del armario masculino actualizados con cortes generosos –o muy ceñidos– y detalles duros, como cremalleras, bandas atléticas o numeraciones de competición. Esta idea de la hipermasculinidad evolucionó, sobre todo, “a partir del año 2000, cuando decidió concentrarse en el fútbol”, explica Wood.
Bikkembergs llegó a patrocinar un equipo, el Fossombrone, que usaba como laboratorio para sus prendas y en sus provocativas campañas publicitarias. Bikkembergs abandonó la compañía en 2011 (él vive en Sudáfrica y la casa ahora pertenece al grupo chino Canudilo), pero queda para el recuerdo una memorable colección de imágenes que glorificaban el cuerpo del futbolista y, durante años, dieron puntapiés en el tobillo del típico esnobismo milanés.
Wood aclara que esa visión del atleta-guerrero que Bikkembergs promocionó no tiene por qué caer en la parodia. “Me inspira la masculinidad. Yo no soy ni muy joven ni muy delgado y, aunque no diseño para mí, creo que debes estar presente en lo que creas, tener la oportunidad de llevarlo tú mismo”. No han llegado a conocerse, pero Wood está perfectamente alineado con los mandamientos del fundador.
Bikkembergs odiaba la nostalgia, y Wood está firmemente comprometido con el futuro: “Para algunos, el pasado es algo íntimo y por eso prefieren crear ropa que recupera décadas pasadas, como si fueran las páginas de un álbum familiar. Pero a mí no me asusta el futuro. Como diseñador, tengo la responsabilidad de crear lo que será”.
Por ahora, eso consiste en “empezar desde la base: chaquetas de dos y tres botones o un buen abrigo. El hombre necesita prendas de verdad y quiero que el hombre Bikkembergs sea auténtico, que emane autoridad”. El desfile de enero, en consecuencia, no implicará las extravagancias a las que la casa nos tenía acostumbrados (el último show fue un espectáculo-fiesta en una piscina pública). “Será en un espacio lleno de luz. Con música potente, un poco hardcore. Todo muy crudo. Que se vea que no tenemos nada que esconder”.
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