El arte de transformar el día más especial en mágico

“Hacer de lo tradicional lo extraordinario". Así reza el eslogan del fotógrafo Francisco Guerrero (Sevilla, 1968). Una larga experiencia profesional le ha llevado a ser uno de los profesionales especializados en bodas más reconocido. Pero Guerrero no solo es fotógrafo de bodas; también domina a la perfección las imágenes de estudio, con una cuidada iluminación, donde destacan sus sesiones de boudoir. También es conocido por su dedicación a la fotografía social, por impartir cursos, talleres y ponencias por todo el mundo. Su particular estilo, privacidad y lealtad, le ha convertido en el fotógrafo que muchas celebridades han elegido para posar delante de su cámara.

Francisco Guerrero viene de una humilde familia de escayolistas, gremio que él continuó durante años, hasta que descubre la fotografía, coincidiendo con el nacimiento de Photoshop. “Empezó una nueva era para la fotografía que me apasionaba; pero reconozco que no la supe aprovechar. En mis primeras fotos de bodas abusaba de los filtros, de las posibilidades que me daba la edición, haciendo montajes que económicamente eran rentables, pero personalmente no me sentía realizado como fotógrafo. Incluso llegué a hacer montajes de difuntos junto a los novios. Me di cuenta que tenía que reciclar mi forma de trabajar y llegar a otro tipo de clientes, necesitaba encontrar una nueva forma de ver mis fotografías de bodas”.

Gran culpa de la evolución que transformó Guerrero como fotógrafo la tuvo Robert Freeman (fotógrafo de los Beatles) al que le hizo todo el trabajo de postproducción de sus exposiciones y libros. “Robert Freeman me aportó un concepto de la fotografía más conceptual. Él me enseñó que hay fotos que cobran valor extra cuando pasan una o dos generaciones. Cuando yo hago fotos de bodas, no hago fotos para los novios, ellos no saben realmente apreciar mi trabajo, las hago pensando en sus descendientes, que son los que van a ver cómo representé con mis fotos los momentos de ese momento tan especial. Trabajo para generaciones que aún ni siquiera han nacido; eso me permite hacer fotos desde otra perspectiva más emocional”, cuenta.

“Mi objetivo cuando hago fotos de bodas es superar las expectativas que el cliente espera de mí. Me esfuerzo para que lo tradicional sea extraordinario. Utilizo la acción reacción; invado la psicología del fotografiado sin que se den cuenta, incluso cuando están posando". Y añade: "Durante las horas previas a una boda, donde reinan el caos y las prisas, mi objetivo es plasmar todo aquello que está pasando. Parar la escena y provocar ese beso de una hija con su padre, ese instante que resumirá el día más importante de sus vidas. Es un guion que preparo, pero que parece natural”.

Guerrero usa para sus fotos la Fujifilm X-Pro2; una cámara muy ligera, con una gran calidad de imagen y que apenas hace ruido. “Mi objetivo preferido es el 10-24 mm de Fuji, soy de grandes angulares. Hace tiempo que empecé a trabajar respetando los fondos. Trabajar con angulares requiere una mayor complejidad, pero la satisfacción es mayor. Para iluminación uso un Ranger Quadra de Elinchrom, tiene mucha autonomía y para hacer acción es fantástico. La postproducción de las fotos las realizo con Lightroom”.

La cualidad que más resalta en Guerrero es su implicación con la profesión. Francisco vive para y por la fotografía y, de alguna forma quiere devolverle todo lo que esta le ha dado. La mejor forma es compartir sus conocimientos a través de la docencia; impartiendo cursos y ponencias por todo el mundo y, realizando proyectos solidarios, como “scar like”, una serie de retratos de personas que están luchando contra el cáncer.

franciscoguerrero.es