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Columna
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Hay gente de derechas

Los líderes de la nueva izquierda harían bien en moderar sus expectativas de cambio y asumir que hay personas que jamás votarán por ellos

Jorge Galindo
Ignacio González llega a la Guardia Civil de Colmenar Viejo a pasar la noche en el calabozo.
Ignacio González llega a la Guardia Civil de Colmenar Viejo a pasar la noche en el calabozo.Claudio Alvarez (EL PAÍS)

Ha vuelto a suceder. Hemos pasado otra semana trufada de revelaciones que ponen de relieve la implicación del Partido Popular en diversas tramas de corrupción de primera magnitud. Como consecuencia, el casi 70% de votantes que se decidieron por una formación distinta en las últimas generales han vuelto a preguntarse por qué el resto de sus compatriotas siguen escogiendo al PP.

Al otro lado de nuestras fronteras, Le Pen sigue bien posicionada en los sondeos franceses, a solo 48 horas de la primera vuelta de las presidenciales. No son pocos los que especulan con flujos masivos de votantes desde la socialdemocracia hacia el nuevo nacionalismo. Y, sin embargo, los datos de que disponemos indican que la mayor parte de votos a Hollande en 2012 se están yendo a Macron y, en segundo lugar, a Mélenchon. Es decir: al centro y a la izquierda. Mientras, Le Pen bebe sobre todo de antiguos apoyos de Sarkozy.

Igualmente, es fácil observar en las encuestas del CIS que el votante que se mantiene fiel al PP está donde siempre estuvo, a la derecha. Y, por mucho que se enfade con la corrupción, no tendrá una alternativa conservadora a la que huir mientras Ciudadanos se posicione como un partido liberal. De la misma forma, Trump ganó las elecciones gracias a una sólida base de votos republicanos tradicionales.

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Los relatos que dibujan cambios radicales en los ejes de competición política ayudan a entender ciertas tendencias. Es verdad que la Gran Recesión ha afectado a los sistemas de partidos. Es igualmente cierto que una parte de la clase obrera se está moviendo hacia la extrema derecha. La debacle socialdemócrata se explica en cierta medida por la división de su electorado entre aperturismo y nacionalismo. Pero la verdad es que las divisiones clásicas, así como las gafas partidistas y los filtros ideológicos que nos ponemos para mirar a la realidad, mantienen un poder explicativo considerable.

A modo de corolario: los líderes de la nueva izquierda, en España y en toda Europa, harían bien en moderar sus expectativas de cambio y asumir que hay personas que jamás votarán por ellos. Porque, sencillamente, son de derechas. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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