Cita un libro o una serie y tu opinión ganará el debate
Todos sentimos que cuando citamos a 'Los Soprano' o 'The wire' nuestros argumentos inmediatamente se solidifican
Al final de la segunda temporada de The good wife, Alicia descubre que su marido se ha acostado con su mejor amiga. Es la noche de las elecciones a fiscal general del condado de Cook (Chicago, Illinois). Él ha ganado y en la sede de su campaña todos están celebrando la victoria. Ha venido la tele. Alicia se marcha de la fiesta, y en la siguiente escena –elipsis de apenas media hora– se la ve alquilando un piso en el centro de la ciudad. Entonces, ya en el salón de esa casa de la que acaban de entregarle las llaves, llama a su marido. Mientras suena el teléfono, enciende la tele. Están conectando en directo con la celebración de la victoria de su esposo. A él se le ve en segundo plano. Contesta. Ella le informa de que sabe lo que ha hecho y de que le ha alquilado un piso. En la tele se le ve a él mientras habla con Alicia. Él no da crédito. Ella no le va a dar más crédito.
Partiendo de esta escena, había pensado hacer un doble tirabuzón con mortal hacia atrás y utilizarla para explicar lo bueno que sería poder ver la cara de la gente cuando nos lee. O cuando habla con nosotros por teléfono. Incluso cuando habla de nosotros y no estamos presentes. Eso acabaría definitivamente con el concepto de sociedad tal y como la conocemos. Luego he pensado que igual estaría mejor hablar, a partir de lo sucedido en este episodio, de las diferencias entre el mercado inmobiliario en Chicago y en Madrid o Barcelona. Podía haber hablado de todo eso, todo hubiese tenido el mismo sentido y todo hubiese estado igual de pillado por los pelos.
Llevamos años cogiendo escenas de series y a partir de lo que nos sugieren sacamos conclusiones definitivas sobre la vida
Llevamos años cogiendo escenas de series y a partir de lo que nos sugieren sacamos conclusiones definitivas sobre la vida. Existen al menos dos medios de comunicación en este país que se han levantado a base de crear analogías con escenas de Los Soprano y The wire. Lo que sucedió en esas series ha servido para explicar desde grandes sentimientos de ayer y de hoy, como la soledad o la alienación, hasta lo que se siente con la primera menstruación o al beber un yogur caducado. Por terrible que parezca es algo que aún se sigue haciendo, aunque nunca terminó de funcionar. Como los beatniks. Es al periodismo actual lo que el pantalón pitillo a la moda: debería haberse ido ya, pero sienta demasiado bien para descartarse; la gente prefiere una prenda que le haga parecer más alto y más flaco a otra que le haga parecer más listo y más moderno.
Dicen que los revivals son el primer invento del capitalismo holgazán, que descubrió que podía volver a vender algo que ya había vendido antes porque existía gente nueva que no estaba por las tiendas la primera vez que eso apareció. Se puede dejar de crear, pero no de vender. El problema surgió cuando esos revivals, en vez de abrazarlos los recién llegados al universo del consumo, se los apropiaron los que habían vivido y adquirido todo aquello la primera vez que apareció. Entonces, entramos en la era de la nostalgia. Todo el progreso cultural e intelectual se ralentizó. Ya no interesaba ir hacia adelante, era mucho más interesante quedarse quieto para ver qué nos embestía por detrás.
Lo cierto es que todos sentimos que citando un libro o una serie nuestros argumentos inmediatamente se solidifican. Y venía yo esta mañana en metro pensando en qué frase del libro que leía iba a reproducir en esta columna cuando he caído en que, si hubiera estudiado Derecho, como los protagonistas de The good wife, y no periodismo, no solo iría a trabajar en un coche grande conducido por alguien de quien no sabría el nombre, sino que podría escuchar las canciones, ver las series y leer los libros sin pensar en su uso laboral. Nadie ha ganado nunca un caso citando a Bob Dylan.
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