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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Decisión urgente

La situación del Banco Popular reclama una corrección rápida y definitiva

Emilio Saracho, presidente del Banco Popular
Emilio Saracho, presidente del Banco PopularJAIME VILLANUEVA

La crisis del Banco Popular, obligado a un ajuste de sus cuentas anuales de 600 millones de euros tras sucesivas ampliaciones de capital (5.400 millones desde 2012), parece un síntoma claro de que las dificultades de la banca, derivadas de seis años de recesión siguen latentes en una parte del sistema. El nuevo presidente de la entidad, Emilio Saracho, proclamó la necesidad de una nueva ampliación de capital y no negó la posibilidad de una fusión para hacer frente a los problemas actuales. El banco ha adoptado, además, la política de vender activos (parte del negocio de tarjetas Wizink y la filial estadounidense Totalbank). La profundidad de la crisis es innegable. El Popular, una de las entidades más rentables de Europa en los años noventa, ha perdido en el mercado el 18,35% de su valor en dos días y sus acciones valen hoy seis veces menos que en 2014.

Una situación tan delicada no se corrige simplemente acudiendo a otra ampliación de capital; por muy dispuestos que estén los accionistas, es probable que se pregunten por qué no se adoptaron antes las medidas correctoras pertinentes y por qué las ampliaciones anteriores de capital no han hecho desaparecer el problema de los ajustes urgentes y las provisiones. La explicación de la crisis, acertada en términos generales, es demasiado genérica, puesto que otras entidades la han afrontado con éxito. El banco necesita un diagnóstico más profundo si se quiere atraer más dinero de accionistas, sean minoritarios o individuales.

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Mientras tanto, la entidad va a necesitar un cóctel de fármacos muy potente para tranquilizar a los mercados y despejar la incertidumbre. En ese cóctel, la ampliación de capital anunciada por Emilio Saracho tiene probablemente como finalidad ganar tiempo mientras surten efecto otros tratamientos complementarios, como la venta de activos o la búsqueda de un accionista de referencia que tome el control a un precio barato; o, por qué no, una fusión. Aunque debería quedar claro que el banco necesita elevar significativamente su ratio de capital, ahora un poco por encima del límite permitido, y garantizar a los mercados que no serán necesarias nuevas revisiones de las cuentas tras las correcciones profundas que se apliquen ahora.

Pero lo que importa sobre todo es que el banco despliegue rápidamente las medidas correctoras. El nombramiento de un nuevo consejero delegado, Ignacio Sánchez Asiaín, ayudará a lograrlo. El presidente del banco es muy consciente de ello: “La recuperación solo es posible si actuamos sin mayor dilación”. Cualquier demora o vacilación sería interpretada por los inversores como un signo de debilidad y conduciría inevitablemente a un empeoramiento grave de los problemas actuales.

Sería un error, por otra parte, tomar decisiones que se limiten a parchear la situación actual; las que se adopten, seguramente una mezcla de las mencionadas, deben tener como objetivo situar al banco en una posición competitiva. Las pérdidas de tiempo en adoptar correcciones menores pero significativas han llevado al banco a la tesitura de adoptar decisiones más drásticas y más urgentes.

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