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El hombre que sabe más de la batalla de Nayaf que los españoles que lucharon en ella

Álvaro Colomer publica ‘Aunque caminen por el valle de la muerte’, un libro sobre la mayor batalla protagonizada por el Ejército en el siglo XXI

Álvaro Colomer posa derrengado para ICON tras haber dedicado a su novela tres años de investigación y casi otros tantos de escritura.
Álvaro Colomer posa derrengado para ICON tras haber dedicado a su novela tres años de investigación y casi otros tantos de escritura.Jacobo Medrano

Habla rápido, disparando ideas como una de esas armas automáticas de las que tanto ha aprendido en los tres años de investigación dedicados a Aunque caminen por el valle de la muerte (Random House). En esta novela, cuenta un episodio de la historia de España que quedó silenciado por el suicidio en Leganés de los terroristas del 11-M, y por un Gobierno saliente que apenas quiso saber nada de lo que ocurría con sus soldados en Irak. Ese 4 de abril de 2004, el Ejército sufrió el ataque de la insurgencia iraquí en la base militar Al Andalus, donde había también soldados salvadoreños y estadounidenses. Álvaro Colomer, periodista y escritor, lo cuenta en una novela que hace que los ojos del lector se llenen de polvo del desierto.

Hablar de la batalla de Nayaf (Irak) en España es complicado. El Gobierno nunca reconoció su existencia. “A mí José Bono me dijo que fue solo un tiroteo. Si coges los resultados oficiales, son 20 muertos y 200 heridos de la parte iraquí y un muerto y 14 heridos de la coalición. ¿Qué tiroteo es ese?”, se pregunta. Él descubrió este episodio nacional por casualidad, como se suele llegar a los grandes hallazgos. “Quería escribir una novela sobre mercenarios del siglo XXI, algo muy machote. Me puse a investigar y conocí a uno que me dijo que por qué inventar una historia ficticia cuando tenía una real en la que habían participado españoles y mercenarios. Me planteé indagar un poco, mandar unos emails, buscar en foros militares. Así que desvié el proyecto original hacia esto”.

Este autor obsesivo, que escribe siete horas al día siguiendo un método propio de un galeote (“encerrado en un despachito de Barcelona, con las persianas bajadas, sin conexión a Internet y con unos de esos auriculares que se usan en las obras para evitar cualquier distracción”), quiso empezar su investigación por el principio.

“Fui al Ministerio de Defensa y me dijeron que ya me pasarían algunos contactos. Lógicamente, no fue así e incluso hubo alguien que me insinuó que esto era mejor no tocarlo. Así que contacté con soldados salvadoreños, con la Guardia Nacional de Alabama, con un par de mercenarios y con un traductor iraquí”. Viajó a Irak, El Salvador y EE. UU. en busca de testimonios. Nadie tuvo inconveniente en contarle su historia, porque en todos estos países están orgullosos de su participación en la batalla.

"José Bono me dijo que fue solo un tiroteo. Si coges los resultados oficiales, son 20 muertos y 200 heridos de la parte iraquí y un muerto y 14 heridos de la coalición. ¿Qué tiroteo es ese?”

Incluso los mercenarios de Blackwater se volcaron con él. “Ya no eran los de los años noventa, en África, unos chalados que iban por libre. Un mercenario de Blackwater es como un señor que trabaja de guardia de seguridad. Los de Blackwater son los seguratas de la guerra”, explica.

Con toda esa información, Colomer volvió a tocar la puerta de Defensa. “Entonces empezaron a tomarme en serio. Me concedieron algunas entrevistas con militares, siempre controladas por algún oficial. Me dieron una versión de los hechos que no cuadraba con las de los otros países, pero bueno… Ya realizados los primeros contactos pude empezar a entrevistar a los soldados anónimamente”. Habló con tantos que hoy nadie sabe más de lo que ocurrió en Nayaf que él. “Los mismos soldados no se enteran de lo que está pasando: se enteran de su pequeña porción de realidad y ya está. Yo tengo la visión de todos”.

La muerte, presente en cada página de este libro, es una constante en la ficción de Álvaro Colomer, autor de La calle de los suicidios (2000), Mimodrama de una ciudad muerta (2004) y Los bosques de Upsala (2009). “En realidad no encuentro en mí una oscuridad que me haga ir por esos caminos. Creo que si matas a un personaje enseguida hay una explosión de emociones tan grande a su alrededor que te da para una novela. La muerte es muy agradecida para la literatura, te permite jugar mucho”.

Y aquí surge un cierto ardor guerrero. “Es sorprendente que nadie hubiera escrito antes sobre Nayaf. En los escritores españoles hay una cierta vagancia. Son unos mantas, escriben sobre la redención, el amor o la pérdida, porque así no se mueven del escritorio. Como todos sabemos de sentimientos, tiran por ahí”. Pero eso ya es otra guerra.

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