La productora de las estrellas de Hollywood cuenta sus secretos
Sherry Lansing , la primera mujer que dirigió un estudio, habla en un libro de los test de drogas a los que sometió a Angelina Jolie o de la furia del actor Michael Douglas
Angelina Jolie, Tom Cruise, Mel Gibson, Michael Douglas o Glen Close se cuentan entre sus amigos y casi le deben su carrera. Películas como Titanic, Braveheart, Lara Croft: Tomb Raider, Atracción Fatal o Forrest Gump no habrían visto la luz sin su visto bueno. Sin embargo, el nombre de Sherry Lansing, que tanto significa en Hollywood, es apenas conocido fuera de la industria. Un detalle que está a punto de cambiar con la publicación de Leading Lady, la biografía de la primera mujer que estuvo al frente de un estudio.
Lansing es un libro abierto de anécdotas, como lo difícil que fue la realización de la película que la puso en el mapa como productora, Atracción Fatal (1987). En su libro habla de la furia de Michael Douglas, “como la de su padre”, según recuerda al legendario Kirk Douglas. O de los innumerables controles de drogas a los que sometió a Angelina Jolie durante el rodaje de Lara Croft: Tomb Raider (2001). Lansing recuerda que tanto el padre de la actriz, Jon Voight, como una amiga de la familia, Jane Fonda, la llamaron para advertirle de la “fragilidad” de una actriz que, a punto de ganar un Oscar, estaba todavía lejos de ser la estrella que es hoy. “Era más que guapa. Era inteligente y fuerte”, subraya de lo que pensó cuando la conoció por primera vez en el rodaje de Pecado Original (2000) junto a Antonio Banderas.
Nombrada entre las 30 mujeres más poderosas de EE UU, Lansing también sale en defensa de algunos de los nombres más famosos y polémicos de la industria, como Tom Cruise o Mel Gibson. Del primero asegura que es una de las personas más amables y decentes con las que ha trabajado. “Todos tenemos derecho a tener nuestras propias creencias”, defiende al actor en la misma entrevista sobre el libro. Y de Gibson, la productora y actriz además de ejecutiva indica que nunca le vio como alguien homófobo o antisemita. “Mel es un trabajador con el que solo he tenido experiencias positivas”, deja claro.
Su biografía, escrita por Stephen Galloway, no solo habla de éxitos, también de las inseguridades de alguien que llegó a Hollywood joven y con la idea de ser actriz. Trabajó en Río Lobo (1970) con John Wayne, pero odió tanto su trabajo como intérprete que enfermaba solo de pensar en volver a actuar. Lo suyo fue trabajar detrás de las cámaras en un momento en el que no eran tantas las mujeres que lo hacían, especialmente en una posición de poder como la que llegó a alcanzar al frente de los estudios Paramount, a los que dijo adiós hace 12 años. “Estamos mejor —indicó a la revista The Hollywood Reporter—. Ahora son muchas las mujeres al frente de compañías, de estudios. ¡Casi tenemos una mujer presidente! Ya sé que podemos mirar el vaso medio lleno o medio vacío y nos queda mucho por conquistar, pero hemos hecho grandes progresos”.
Hoy tiene 72 años, está casada desde hace más de 25 años con el realizador William Friedkin y, retirada del día a día de Hollywood, la que es una de las mujeres más poderosas de la industria del cine está al frente de una fundación para la investigación sobre el cáncer, enfermedad de la falleció su madre.
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