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Gina Miller: “La cordura ha saltado por los aires con el ‘Brexit”

Pedro Álvarez
Pablo Guimón

LO ASÉPTICO de las oficinas donde Gina Miller recibe a El País Semanal tiene una explicación. Por motivos de seguridad decidió trasladar indefinidamente su centro de operaciones a este edificio de alquiler, tan elegante y bien equipado como impersonal. Muchas cosas han cambiado en la vida de Miller desde que decidió enfrentarse al Gobierno de Theresa May en los tribunales.

La primera ministra británica, argumentó Miller, no podía proceder con la salida de Reino Unido de la Unión Europea sin la autorización del Parlamento. El Supremo le dio la razón, en una histórica sentencia que daba a los diputados voz en el Brexit. Un poder que, según Miller, los “cobardes” legisladores desperdiciaron al secundar sin enmiendas los planes de May.

Para entonces, Miller ya era víctima de una brutal campaña de acoso por parte del sector más radical del populismo antieuropeo. Algo que, lejos de amedrentarla, la ha animado a seguir con su causa, decidida a volver a los tribunales ante cualquier intento de sortear el escrutinio parlamentario al que obligó la más alta instancia judicial del país.

Votante laborista, “avergonzada” por el actual rumbo de su partido, representa un tipo de activismo de nuevo cuño que no encaja en la política tradicional. Y, a sus 51 años, encarna como pocas figuras la dramática grieta que el Brexit ha abierto en Reino Unido. Para unos, es un ejemplar de la más soberbia élite adinerada que desprecia al pueblo y osa cuestionar su decisión soberana. Para otros, es una suerte de heroína que, con un elevado coste personal, ha dado voz a la mitad del país y aporta un poco de cordura en un debate enloquecido.

Como siempre, la persona no encaja en ninguno de esos dos polos que tiran del personaje. Para ella, su lucha “es legal, no política”. Pero no por ello menos trascendente.

“los políticos profesionales deben asumir con honestidad que parte del problema es culpa suya, disculparse y empezar a pensar a lo grande”.

Miller nació en Guyana y su padre, un opositor al régimen populista de Forbes Burnham, la envió a estudiar a Reino Unido a los 10 años para ahorrarle la complicada situación que atravesaba su país. Pronto el dinero dejó de llegar y Miller tuvo que buscarse la vida con trabajos de camarera y limpiadora mientras estudiaba. Hoy es cofundadora de una firma de inversión privada de la City, tiene una fundación filantrópica, es vegetariana y vive en una casa de siete millones de libras en el exclusivo barrio de Chelsea. Está casada por tercera vez y es madre de tres hijos; uno de ellos, que crio soltera tras el fracaso de un tormentoso primer matrimonio, con una grave discapacidad.

Hasta ahí, lo que está permitido ver. El elegante traje blanco, los modales exquisitos y la cordial sonrisa son solo parte de la barrera que protege a la verdadera Gina Miller. “Siempre he llevado una armadura invisible, pero ahora es una armadura integral”, asegura. “Mi marido me dice que es una pena que nadie me conozca realmente”.

Después del fallo del Supremo pidió a los diputados que usaran “su inestimable experiencia y pericia” para marcar el camino del país. ¿Cree que lo hicieron? No. Creo que todos se comportaron como cobardes. Deberían haber votado de acuerdo con su conciencia y con lo que creen que es mejor para el país. Algo muy raro ha sucedido con el Brexit. La cordura y el sentido común parecen haber saltado por los aires y solo quedan la emoción y el miedo. Que los políticos respondan a estos sentimientos es muy peligroso. Estoy muy decepcionada.

Peleó esto con un gran coste personal. ¿Valió la pena? Dos cosas, definitivamente, merecieron la pena. Una es que logramos que no se sentara el precedente de que los Gobiernos puedan saltarse al Parlamento, algo muy importante. Y la otra es que el debate que se ha producido en las dos Cámaras nunca habría tenido lugar si no hubiera sido por este caso. No se habría hablado, por ejemplo, de las legítimas preocupaciones de los ciudadanos de otros países miembros que residen en Reino Unido.

Las mentiras parecen haberse convertido en el motor de cierta política. ¿Qué se puede hacer para combatirlo? Se puede hacer mucho. Los políticos profesionales deben mirarse en el espejo y comprender que esto no pasó de la noche a la mañana. Deben asumir responsabilidades por no haber abordado los problemas subyacentes: los efectos de la revolución tecnológica, la división entre ricos y pobres, la calidad de la educación, el envejecimiento de la población. Son problemas comunes a todos los países occidentales y los políticos no los han abordado. Solo han pensado en su cortísimo tiempo en el poder y no en el cuadro más amplio. Deben asumir que parte de esto es su responsabilidad, disculparse y empezar a pensar a lo grande. Hasta que no tengan esa conversación honesta con el público, la gente no se fiará.

¿Qué pasa con el sistema político si no es capaz de atraer a alguien como usted? Yo no sobreviviría en el sistema político. Tendría que vender mi alma, perder mi integridad y mi honestidad. El partido, para ellos, es más importante que el país, y eso es un error. Si la política estuviera por encima de los partidos y tratase sobre la honestidad y las personas, me sentiría muy atraída. Pero no veo que eso vaya a suceder pronto. Creo que la gente como yo, que quiere alzar la voz y utilizar su experiencia y su posición para hacer cosas, debe hacerlo como independiente.

¿El Estado de derecho puede frenar el populismo? Es más importante que nunca. Una de las razones por las que estamos inmersos en el populismo es porque muchas de las personas que han llegado arriba han tenido éxito en sus quehaceres, sean cuales sean, pero no se han comportado de manera responsable. Pasa en los negocios y en la política. Ese vacío que no llenan los políticos debe ocuparlo el Estado de derecho.

¿Qué hay de la prensa? ¿Qué ha pasado con los medios de Reino Unido para que el periódico más leído acuse en su portada a tres jueces, los que fallaron a su favor, de ser los “enemigos del pueblo”? El problema con la prensa es que algunos de nuestros periódicos son propiedad o están gestionados por matones o cobardes. Son unos hipócritas que acusan a los jueces de estar politizados cuando ellos no son más que animales políticos y sus diarios no son más que pasquines u hojas de propaganda. No son independientes, no informan, alimentan y agitan una determinada negatividad. Son básicamente alborotadores. Se les debería pedir cuentas por alimentar tanto odio.

Usted se dijo sorprendida por los niveles de acoso de los que fue víctima “solo por formular una pregunta legítima”. Me sorprendió porque no es el Reino Unido en el que pensaba que vivía. Siempre nos hemos sentido muy orgullosos de ser una sociedad inclusiva, donde podías llegar y ser tú mismo. La gente que venía podía traer a su familia, sus valores y sus creencias sin miedo a que se les viera como diferente. Ahora sí eres visto como diferente. Y se les permite decirlo de una forma que no se admitía antes. Lo que yo trato de explicar es que lo que esos individuos están haciendo no solo está mal, sino que es ilegal. Es ilegal incitar al odio racial, sexual, xenófobo. Da igual si es en un tuit, en una carta o en un correo electrónico. El medio no importa, lo que interesa es el mensaje que colocas ahí fuera. Todas las personas buenas, en todas partes, deben levantarse y hablar de esto. Dejar muy claro que no toleraremos que nuestra sociedad se derrumbe de esta manera.

Ha sido implacable denunciando a quienes la atacaron. Sí. La policía lleva ocho detenciones, y una docena de casos están siendo investigados. Hay médicos, maquinistas de tren…; sus cartas están bien escritas, usan buen papel. Es un mito eso de que son frikis que se pasan el día delante de un ordenador.

¿Todavía tiene que tener cuidado? Ya lo creo. Tengo que ir en un coche especial, me he borrado de las bases de datos públicas, tengo un botón del pánico y medidas antiterroristas en mi casa. Había una campaña en Facebook para que me violaran en grupo. Es muy raro lo que está pasando. Ahora se me echa la culpa de muchas otras cosas aparte de mi intervención en el Brexit; no sabía que era tan poderosa. Los medios han rebuscado a fondo. Mi vida personal, mi carrera, mis negocios…, han tratado de destruirlo todo. Me planteé ser más cauta, pero sigo aquí. ¿Qué tengo que perder? Aunque nadie más se alce, yo sí me voy a levantar. Al final, para mí, todo se reduce a una cosa: mi conciencia no me dejará dormir por la noche sabiendo que hay gente que está siendo amedrentada, apaleada o amenazada por el color de su piel, el país en que nacieron, la vida que quieren llevar o la religión que eligieron.

¿Qué siente cuando la incluyen en el estereotipo de la élite adinerada que traiciona al pueblo? He sido activista desde hace mucho tiempo y aprendí muy pronto que, cuando los individuos no pueden discutir tu mensaje, te atacan personalmente. Por eso, cuando sucede, me lo tomo como que debo tener razón. Por lo demás, no quiero que la gente horrible y mezquina esté de acuerdo conmigo. Me preocuparía que lo estuviera.

Gina Miller, en un momento del rodaje de un documental que sigue sus pasos.

Se ha hablado también del acoso que sufrió de niña, cuando llegó al internado británico procedente de Guyana. Eso es una invención.

¿De verdad? Muchas cosas que se han dicho en la prensa no son ciertas. Querían sugerir que he esperado 42 años para vengarme de las pequeñas niñas blancas que me acosaron. Me hicieron trastadas, pero es lo que los niños se hacen unos a otros. Son niñas comportándose como niñas. Es solo un ejemplo de cómo me sentí de aislada cuando vine a este país.

A su llegada a Reino Unido, su vida no fue fácil. ¿Las dificultades han forjado su vocación luchadora? Totalmente. Las cicatrices que me he ganado son las que me hacen ser quien soy. Pero hay algo de naturaleza: he sido un poco así desde niña. Y está también la guía de mi padre, que tuvo un gran impacto en mí. Su sentido de la justicia era muy fuerte, y también su vocación de ayudar. La idea de que si eres afortunado debes ayudar a otros es algo con lo que he crecido. Gracias a eso, creo que las cosas difíciles que he vivido han alimentado un fuego que ya estaba ahí y me han hecho más fuerte.

¿Qué aprendió en la campaña del referéndum? Recorrí el país durante meses defendiendo la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea. Participaba en debates y me di cuenta dos meses antes de la votación de que íbamos a perder. Notaba la indignación. La gente quería que escucharas su dolor. Querían gritar que no eran felices. Durante años les habían dicho que la razón por la que estaban así era Europa, y no les interesaban los hechos. Cuanto más tratabas de explicar las cosas, menos escuchaban. Todo era emoción.

¿Qué hay detrás de ese voto? ¡Es la indignación!

¿Justificada? En algunos casos, sí. Son personas que sufren. Pero las soluciones que se les ha proporcionado son falsas. Y sus expectativas, muy altas. Les han prometido un futuro dorado y eso no va a suceder. ¿Cuán enfadados estarán después? Mi preocupación es que en ese momento esa indignación se derrame violentamente en la calle. Ese es el elefante en la habitación del que nadie habla. Nos dirigimos a un sitio peor del que estamos ahora y a los políticos solo les interesan sus escaños.

“algunos abogados tenían miedo de estigmatizarse. Yo no dependo de nadie, de que otro me dÉ un trabajo, y eso me da libertad para alzar la voz”.

¿Le resulta difícil mantener la calma en un debate tan encendido? Tienes que conocer tus fortalezas y tus debilidades. Por el hecho de ser una mujer, en la carrera que he escogido, he sufrido a muchos hombres que gritan. Y he aprendido, por experiencia, que tienes que ser la persona que escucha y responde con calma. Los gritos siempre van a más. Necesitas bajar el tono y traer el sentido común. Es algo que aprendí hace mucho. Pero para eso debes conocer tu tema, hacer los deberes. Te puedes sentir muy aislado, porque las dos partes quieren que estés con ellos a muerte, y yo me niego. El mío es un espacio difícil, pero sé que a largo plazo es un lugar mucho mejor.

Decidió actuar cuando, la mañana siguiente al referéndum, vio a uno de sus hijos llorar. Fue más que eso. Le vi llorar y pensé que de lo que se trataba era de su futuro. El porvenir de nuestros hijos era lo que estábamos a punto de tirar por la borda. No podemos caminar como zombis. Quería que la gente se despertara y viera la necesidad de tener un verdadero debate. Porque nunca lo tuvimos.

No fue la única que vio que había una base legal para actuar, ¿por qué lo hizo sola? Tenía conversaciones con abogados que decían que sí, que tenía razón, pero tenían miedo de estigmatizarse. Y lo entiendo. Tienen carreras, negocios y familias que proteger. Yo soy independiente, no dependo del dinero de otros o de que otra gente me dé un trabajo. Eso me da mucha libertad para alzar la voz, y sería irresponsable por mi parte no usarla. Pero además soy de una minoría étnica, mujer, y me ven como inmigrante. Así que también era la peor persona para hacerlo porque proporcionaba a todo el mundo un blanco fácil para atacar.

No es la primera vez que se enfrenta a los poderosos: dirigió una campaña por la transparencia en la City que le valió el arácnido sobrenombre de “viuda negra”. Tienes que luchar en las áreas en las que trabajas, las que conoces. Como trabajo en la City, sabía qué cosas habían provocado la crisis financiera. Es un sector importante que no se está comportando de un modo moral u honesto y necesitamos reformarlo. Todo el mundo en la City sabe lo que está pasando, pero no van a hablar porque perjudicaría sus márgenes de beneficios, pondría en riesgo sus empleos, sus bonus… De todas formas, el maltrato que sufrí en ese caso fue de tipo intelectual, si sabe a lo que me refiero. Con el Brexit ha sido diferente.

En su 50º cumpleaños dijo a su familia que ahora iba de verdad a portarse mal durante los siguientes 10 años. ¿Sigue siendo su plan? [Risas] ¡Oh, absolutamente! En todas las facetas. Música, bailar, todo lo que me hace disfrutar. Pretendo vivir la vida a tope. Creo que, como mujer, todo se alinea en la madurez. Te sientes cómoda en tu piel, dejas de preocuparte por lo que los demás piensan; tienes experiencia, conocimiento, energía. Uno de los mensajes que quiero trasladar a las mujeres es que estás en la cumbre de tu vida cuando has cumplido los 50. Así que sal ahí fuera, asume riesgos, zambúllete, explora, porque no vas a volver a tener la oportunidad. Si no, te sentarás en una mecedora a lamentarte. Todo el mundo habla de millennials, de jóvenes innovadoras, de que ellas son las emprendedoras del futuro. ¡Pues también puedes hacer todo eso cuando tienes 50!

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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