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MIRADOR
Columna
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Teatro

Ninguno de nuestros grandes actores superaría a Inda y a Marhuenda haciendo de sí mismos día tras día

Julio Llamazares
Gonzalo de Castro, sentado, en el papel de Max Estrella en 'Luces de bohemia'
Gonzalo de Castro, sentado, en el papel de Max Estrella en 'Luces de bohemia' DAVID RUANO CDN

¿De qué estamos hablando, de periodismo o de entretenimiento?, le pregunta el viejo periodista que interpreta Ramón Fontserè a la directora moderna y agresiva del periódico en la última obra de Els Joglars, Zenit,una sátira vitriólica de los medios de comunicación actuales que se acaba de estrenar en Madrid. Aunque a la pregunta del personaje de Fontserè se le podría dar también la vuelta: ¿de qué estamos hablando, de teatro o de entretenimiento? Y no me refiero a su obra precisamente.

En el día en el que se celebra La Noche de Max Estrella en Madrid, esa celebración anual del teatro a la que la comunidad autónoma madrileña se ha querido apuntar convirtiendo la noche en la de los teatros por definición (la primera celebración cumple este año 20 ediciones y la de la Comunidad de Madrid la mitad exactamente), conviene repasar el estado de salud del teatro español y analizar dónde tienen lugar sus principales representaciones. Porque, como, en efecto, sucede con el periodismo, que últimamente se hace, salvo excepciones, fuera de los periódicos y de los medios de comunicación al uso, entregados al espectáculo y al entretenimiento sin ningún pudor en su mayoría, el teatro se está celebrando mayoritariamente también fuera de los escenarios, usurpado por esos mismos medios de comunicación y por otros actores de la vida pública nacional ¿O qué es sino teatro la política española desde hace ya mucho tiempo, o la participación en tertulias y conferencias de determinados personajes, o la representación continua de los famosos de una obra, la de la estupidez humana, convertida en espectáculo para el entretenimiento y la diversión popular? Ninguno de los libretos que hoy se están representando en los teatros españoles mejoraría el sainete de la política catalana ni el drama de la española, ¿o es al revés?, ni ninguno de nuestros grandes actores superaría a Inda y a Marhuenda haciendo de sí mismos día tras día, ni a Pablo Iglesias recitando en el teatro del Parlamento el texto de su papel de bufón ingenioso y provocador en el que se ha encasillado desde que apareció en escena: “Me la suda, me la trae floja, me la trae al fresco, me la refanfinfla, me la pela, me la bufa…”. Y es que ya lo dijo Max Estrella, el personaje valleinclanesco al que sus admiradores volverán a homenajear esta noche, conocedores de su gran sabiduría: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”. Y aún más, que no acabó ahí: “España es una deformación grotesca de la civilización europea”. Lo dijo ya hace un siglo, pero lo repetiría hoy sin dudar.

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