Carta urgente con acuse de recibo
Esta es una carta urgente dirigida a los que gritan. A los que no son capaces de mantener una conversación sin levantar la voz. A todos esos que no saben hablar sin vocear. Es para decirles que también se puede estar y andar por el mundo sin berrear. Que no es necesario tanto bramido, grito, quiero decir, para que el otro o los otros os escuchen. Decirles, además, que todo es más sencillo de lo que piensan. Que con un volumen de voz moderado, con esa voz que sale de dentro sin molestar, sin herir, sin hacer daño, también se sacan conclusiones y sabios aprendizajes. Y que no pasa nada porque los demás del lugar no aprecien tus lúcidas reflexiones. Es más. Incluso es posible que a los demás no les interese ni lo más mínimo nada de lo que tú digas. Aunque si realmente lo haces para incordiar, entonces, mejor retiro lo dicho, proclamo tu victoria y me doy por derrotado.— Manuel I. Nanín. O Carballiño (Ourense).
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