_
_
_
_
Tentaciones
sin filtro

¿Será el robot la evolución del muñeco hinchable de sex shop?

¿Haremos el amor con robots en un futuro inminente? Por el momento, los sindicatos ya piden que los robots paguen impuestos para colaborar con la mayoría...

Sergio C. Fanjul

Si uno pasea por una calle comercial del centro de cualquier ciudad, que suelen ser clónicas, con idénticas tiendas de ropa (la madrileña calle Fuencarral, por ejemplo), puede deleitarse con el innegable atractivo erótico de algunos maniquíes. Qué pechos bien torneados, qué vientres firmes, qué musculatura, qué paquetones. La idea de mantener relaciones sexuales con maniquíes, esa idea tan de la Movida madrileña, tan de ciencia ficción de los años 80, es fácil que se cuele en las mentes más calenturientas. Sin embargo, de vuelta a los códigos propios del siglo XXI, ya se empieza a hablar de mantener sexo con robots (mucho mejor que un inerte maniquí, oiga), ahora que parece que los robots van a dominar el mundo, también ese que transcurre entre las sábanas.

David Levy, autor del libro Amor y sexo con robots (Paidós), vaticina que los matrimonios con robots serán realidad antes de 2050

Florecen ya las iniciativas que convertirán a los robots en compañeros sexuales. No solo el idílico enamoramiento que sufre Joaquin Phoenix en la película Her, cuando se pirra por una inteligencia artificial tipo Siri que tiene la capacidad de amar a miles de personas a la vez (y no estar loca), sino también el sexo puro y duro, piel contra chip, sudor y aceite, la evolución robótica de la decepcionante muñeca hinchable de sex shop de toda la vida.

En Reino Unido hace dos años que se celebra el Congreso Internacional de Amor y Sexo con Robots (en 2017 caerá el 19 y 20 de diciembre, en Londres, ), en el que se tratan toda una panoplia de temas que van desde la roboética hasta la telemasturbación con consoladores (teledildonics), pasando por otras disciplinas como las emociones robóticas, las aproximaciones de género o filosóficas o el hardware sexual inteligente. El experto en inteligencia artificial (y ajedrecista) David Levy, autor del libro Amor y sexo con robots (Paidós), vaticina que los matrimonios con robots serán realidad antes de 2050. Hay quién ve a los robots como una alternativa ética a la prostitución, una forma de eliminar la explotación sexual, aunque no está claro que por el advenimiento de los robots dejen de existir trabajadoras sexuales de carne y hueso. Hay también, claro está, quien se opone a todo este movimiento, sobre todo ante la posibilidad de crear robots infantiles a medida de lo que serían una especie de robopederastas (lo que otros ven como una solución al problema).

Yendo a lo general, más allá del puro fornicio digital, lo de los robots y la revolución tecnológica es un esperado sueño que, muchos señalan, puede convertirse en pesadilla. Si la promesa utópica de la tecnología era liberarnos del trabajo y poner a trabajar a las máquinas, resulta que la propia lógica del capitalismo hará que trabajen los robots y que los humanos se queden sin curro, pero no rascándose la barriga, tomando néctar y ambrosía, sino en el paro: se calcula que buena parte de los puestos de trabajo, sobre todo los menos cualificados, los más repetitivos, los menos creativos, van a desaparecer. Es que la humanidad no ha sabido organizarse bien.

Los sindicatos ya piden que los robots paguen impuestos para colaborar con la mayoría y los menos optimistas predicen un desastre, con cada vez más personas y menos laburo

¿Qué ocurrirá? Los expertos en robótica y los empresarios tecnológicos dicen, como les corresponde, que no nos preocupemos: ya ha habido otras revoluciones tecnológicas y al final la humanidad ha terminado por adaptarse (por cierto, muchos pagaron el precio quedándose por el camino). Argumentan que, aunque desaparezcan trabajos, aparecerán otros nuevos, que aún no podemos ni imaginar, precisamente relacionados con el acelerón tecnológico, lo que tampoco está claro es que los nuevos empleos vayan a ser tan numerosos como los destruidos. El otro día, en una gran superficie comercial, vi como unas empleadas se dedicaban a enseñar a los clientes cómo pagar ellos mismos, mediante una máquina, lo que querían comprar, sustituyendo así a la caja y al cajero. Me resultó muy curioso: aquellas empleadas estaban ayudando a normalizar una tecnología que probablemente les deje sin trabajo.

Los sindicatos ya piden que los robots paguen impuestos para colaborar con la mayoría y los menos optimistas predicen un desastre, con cada vez más personas y menos laburo, esto es, con aumento de la precariedad, la pobreza y la desigualdad. Incluso se habla de instaurar la famosa renta básica, no por los ideales de justicia social de la izquierda, sino a modo de inyección económica para que los consumidores puedan consumir lo que los robots producen y sistema siga rodando. Una renta básica neoliberal que puede llegar incluso a implicar la desaparición de los servicios públicos básicos. 

Así que, ¿dominarán el robots el mundo? ¿Nos echaran a un lado para ponerse en nuestro lugar a hacer todas las cosas que venían haciendo los humanos? ¿Se quedará la humanidad como una mera espectadora de la actividad maquinil? Es pronto para saberlo, aunque quizás lo sepamos antes de lo previsto. Una cosa nos puede hacer mantener la esperanza: aunque los robots dominen el mundo, podremos follárnoslos. ¿O será al revés?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_