_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Manuela Carmena y la cultura del respeto

La alcaldesa culmina el paso de Celia Mayer por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Madrid con la celeridad que es propia de un juez

Carmena y Celia Mayer tras la rueda de prensa en el Ayuntamiento.Vídeo: CARLOS ROSILLO | EFE
Juan Cruz

Hay algo en Manuela Carmena y esto es la paciencia. Paciencia para hacerse responsable hasta de lo que no hace. Paciencia para retomar decisiones injustificadas e injustas y poner la razón sobre el desvarío. Ahora ha culminado el paso de Celia Mayer por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Madrid con la celeridad que es propia de un juez: ha aguardado a que los argumentos se fueran posando y finalmente hizo lo que le manda su cultura: señalar los despropósitos (que ha habido varios, el caso Matadero ha sido el más reciente) cuando parecía que la tormenta se había acabado.

No se había acabado la tormenta; acaso la tormenta subió de tono cuando los responsables del desaguisado de los nombres propios (la alcaldesa dictaminó que Max Aub y Fernando Arrabal debían retornar a las Naves del Matadero) dejaron la duda de si iban o no a seguir la decisión de la alcaldesa. En el momento culminante de esa última crisis de la concejalía de Cultura no hubo un puñetazo en la mesa; Manuela Carmena no usa la mano para esas cosas: las usa para poner orden en el caos habido. Y esta decisión anunciada a la media tarde del miércoles es una expresión de su talante y una puerta abierta a lo que sería deseable que fuera Madrid en la cultura: una ciudad que no se rigiera, en ese ámbito, ni en ninguno, por el capricho partidista o ideológico, sino por la serenidad del contraste y del conocimiento.

Madrid es aquella capital del millón de cadáveres que señalaba Dámaso Alonso. Pero es también la capital de los cientos de miles de exiliados de la guerra; es, además, la capital que ha sobrevenido, después del franquismo y con la transición:

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO
Más información
Carmena quiere reducir el tráfico privado en 22 ejes estratégicos de Madrid
La Delegación del Gobierno lleva a los tribunales la oficina antifraude de Carmena
Un Matadero sectario
Carmena mantiene los nombres de Max Aub y Arrabal para las salas del Matadero de Madrid
Edificio España, símbolo del cambio
Arrabal y la Fundación Max Aub luchan por sus salas
Carmena inaugura la plaza de Arturo Barea en Madrid

una ciudad llena de historias y de nombres propios, de exiliados de otros países, de artistas de zonas creativas muy diversas, una ciudad que fue movida y una ciudad que fue parada. Madrid es una sucesión, ahora, de decenas, de centenares de culturas, de muchísimas maneras de verlas y de exhibirlas, de artes viejas y de artes nuevas, de artes vivas (como el teatro, como la música, como la danza, como la vida) y de artes quietas, como el patrimonio.

Madrid es, también, una ciudad de las memorias; muchas de esas memorias conviven en la cultura personal (y pública) de Manuela Carmena, que forma parte de la generación del respeto. Se ganó el respeto hace mucho tiempo, como otros grandes nombres de su generación; y esa misma manera de respetar la ha llevado ahora, simbólicamente, a alzar su voz a favor de dos nombres propios que a ella no sólo le suenan sino que forman parte de su adn cultural. Otros quizá no están tan dotados, o no parecen estarlo, para entender que en Madrid caben también los viejunos y esa llamada de atención suya no es tan solo para restituir el respeto al pasado en un ayuntamiento de dependencias tan diversas, sino para avisar de que ni los ayuntamientos ni los partidos ni las instituciones cambian para hacer majo y limpia, para decir Me Gusta o No Me gusta como en las redes sociales, sino para aglutinar, en la gran plaza que es la ciudad, a unos y a otros, sin revanchas ciegas o desavisadas decisiones.

Algo es seguro sabiendo que ahí está ahora Manuela Carmena, al frente de la cultura: con ella revive la cultura del respeto. Y eso, tal como está la vida, es mucho más que lo que hay.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_