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Columna
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Eso te pasa por...

Crónica mínima de un robo sin importancia

Juan Cruz

Madrid es una ciudad primaveral ahora, como si estuviera alfombrada de sol y de risas. Pero siempre hay acechando una avestruz que saca su pico y te roba la cartera. Cuidado, eso que le pasa a todo el mundo te puede pasar a ti. Cuando le pasa a todo el mundo, es decir, a tus conocidos, a tus amigos, siempre tienes la tentación de decirles esto:

-Es que no se puede ir por ahí haciendo el primo. A mí una vez…

La retahíla se llena de consejos: cómo actuar, a quién le pasó, consecuencias que puede tener el robo... El mundo está lleno de gente que te arroja las malas experiencias a la cara, para que te enteres.

Muchas de esas personas no han tenido tales experiencias, pero las han oído contar. Con unas experiencias y otras se podría hacer una enciclopedia inútil de la ayuda contra el robo en la calle.

Eso decía esta mañana un policía nacional con el que hablé en su garita de la calle Rafael Calvo, Madrid, cerca de donde ocurrió el robo: no se puede hacer nada, seguirá pasando, es una mafia, una persona guarda a la otra, una distrae y la otra roba.

Te vas de la comisaría habiendo recibido otro capítulo de la enciclopedia inútil contra el robo en la calle.

Lo que ocurrió fue lo siguiente: dos chicas jóvenes con acento extranjero, no consta su procedencia, abordaron al transeúnte, le requirieron su firma para apoyar una causa noble, la de los discapacitados; quisieron comprobar la firma con el documento nacional de identidad y en el proceso de tal verificación el transeúnte notó que una mano muy ágil, tenue como el ala de una mariposa, extrajo algo. Cómo va a extraer algo, se dijo el transeúnte, que empezó a palparse hasta el pescuezo. Segundos después las chicas no estaban, y tampoco estaba en la cartera la tarjeta Visa.

Metros más allá iban las dos muchachas, con sus artilugios de timar. “¿Qué dices? ¿Para qué iba a robar tu tarjeta?” La más habladora de ambas, que dijo llamarse Marta, le dio al transeúnte ya timado un número de teléfono, por si quería hacer más comprobaciones. Robar es un oficio que contiene algunas premisas. Una, engañar todo el tiempo, mantener el engaño. La vida está llena de sucesos así, y de primos como el que cayó en la trampa de la firma.

Luego vienen los amigos, los parientes, hasta la policía viene en auxilio del timado con el recitado de la experiencia. Es que a quién se le ocurre, lo que tendrías que hacer para otra vez es… El policía fue más rápido, casi telegráfico:

- Pasa a cada hora. Y pasa en este barrio y en todos los barrios. Están organizados. Así actúan. Cuidado. ¿Qué va a hacer? ¿Cómo va a denunciarlo?

El barrio es Chamberí. La calle fue Santa Engracia. El teléfono de la que dijo ser Marta era falso, cosa que comprobó el policía en su garita de Rafael Calvo. El timado fui yo…

- Esto te pasa por…, me dijo un rato después el redactor del periódico al que le dije si podía contar la experiencia por si a alguien le sirve este mínimo capítulo de autoayuda contra el robo en la calle. No sirve para nada, pero el primo se desahoga.

No quisiera más consejos.

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