Amebas
“La evolución siempre es más inteligente que Jonathan Hodgkin”
Imagina un robot de unas 20 micras (milésimas de milímetro), que es el tamaño de una célula humana típica, o de cualquier otra célula. Mejor aún, no te imagines uno de esos microrrobots, sino un ejército de millones de ellos, donde cada uno es capaz de percibir los estímulos externos y de responder a ellos, cambiando su forma y su configuración en consecuencia, tal vez asociándose con los robots de al lado para constituir una sociedad local de mayor eficacia contra una agresión externa. ¿Lo imaginas? Pues ya hemos construido una ameba, ese primo nuestro unicelular que estudiamos en el colegio junto al paramecio y otros. Y la ciencia robótica ya ha construido una.
El robot ameba es la estrella de marzo de Science Robotics, la última innovación editorial de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), editora de la revista Science y una de las instituciones científicas más influyentes del planeta. Cuando las grandes revistas científicas —las hacedoras de currículos en la sociedad del conocimiento— sacan una sucursal, o un spinoff, nos dan una pista relevante sobre el futuro. Science ya predijo hace unos años la importancia creciente de las revistas en abierto, la medicina traslacional (que canaliza la investigación básica hacia su aplicación clínica) y la inmunología contra el cáncer, al editar sus spinoffs sobre esas materias. Que ahora haya sacado Science Robotics revela por dónde van los tiros en nuestros tiempos convulsos. Tendemos a pensar en los robots como atracciones de feria japonesa, pero lo cierto es que hay un montón de ciencia básica y de matemática avanzada detrás de ellos.
El número de marzo de Science Robotics, que salió justo ayer, lleva también un ensayo, o revisión, sobre los nanorrobots y microrrobots (la diferencia es de tamaño) proyectados para inyectarse en un paciente y matar sus células cancerosas con precisión meticulosa, o reparar los daños de sus hepatocitos y sus neuronas. Y también otro sobre los robots humanoides que ayudan a las células madre a construir tejidos y órganos para futuros trasplantes. Así que ya lo sabes: por ahí va también el futuro.
Hay ramas de la robótica que parecen cada vez más asociadas a la biología. El robot ameba, por ejemplo, utiliza las propiedades asombrosas del ADN para responder con cambios de forma a los estímulos externos. El genetista Jonathan Hodgkin, un gran cerebro en la tradición de Cambridge, formuló hace años la segunda ley de Hodgkin: “La evolución siempre es más inteligente que Jonathan Hodgkin”.
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