_
_
_
_
Porque lo digo yo
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mafia

Debemos dejar de llamar "mafiosos" a los directivos de Bankia. Es injusto, porque la mafia tiene glamur

Rodrigo Rato y, a su derecha, Miguel Blesa, el pasado 26 de febrero.
Rodrigo Rato y, a su derecha, Miguel Blesa, el pasado 26 de febrero. SERGIO BARRENECHEA (AFP)

Debemos dejar de llamar "mafiosos" a los directivos de Bankia. Es injusto, porque la mafia tiene glamur.

Acaba de llegar a España la nueva novela Dennis Lehane: Ese mundo desparecido. Lehane ha concebido a algunos de los delincuentes más memorables que hemos visto los últimos años en pantalla, en series como The Wire o Boardwalk Empire, de Martin Scorsese, en películas como Mystic River o Adiós, pequeña, adiós. Y su nuevo libro vuelve a la Cosa Nostra de los años cuarenta, muy al estilo de El Padrino.

Ese mundo desaparecido cuenta una historia de traidores, asaltantes, criminales y algún que otro psicópata. Lo extraño —y fascinante— es que nos gustaría ser esos personajes. Como los de Narcos. O los de Uno de los nuestros. Los mafiosos de la vida real son cutres, toscos y repugnantes. Pero los de la ficción tienen una épica y una profundidad a medida de nuestros sueños de una vida aventurera. Una parte de nuestra existencia apacible y predecible envidia a los que se juegan el tipo a balazos en cada esquina.

En cambio, los condenados la semana pasada por las tarjetas Black, directivos y asesores de Bankia, carecen del menor atractivo. Perpetraron sus fraudes precisamente porque pensaban que no corrían ningún riesgo. Algunos delinquían por desidia, por inercia, como Miguel Blesa, que precisamente el año que se desató la crisis, dobló su sueldo de 1,7 millones de euros a 3,5. Otros, como Rodrigo Rato, abandonaron cargos de responsabilidad global para dedicarse al pillaje, porque era un trabajo más fácil.

La ficción se escribe para reinventar la realidad, para hacerla mejor y menos gris. Y eso incluye a los malos. Si la literatura tuviese que contentarse con los de Bankia, Dennis Lehane tendría que ser teleoperador.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_