El ganador del Goya a mejor actor nos habla de su comedia 'cuñada'
Roberto Álamo encadena el estreno de 'Es por tu bien' con la resaca de su segundo premio de la Academia de Cine. "Cuando me dieron el anterior Goya me tiré siete meses sin trabajar"
"No lo esperaba, la verdad. Todos los candidatos habían hecho unos trabajos magistrales, como para ponerlos en las escuelas. La suerte esta vez estuvo conmigo". Así es Roberto Álamo y así es la temporada de premios cinematográficos. Un lunes cualquiera se marcha a casa decepcionado por no haberse llevado el galardón del CEC. Una semana más tarde, fue el hombre más buscado después de ganar el Goya a mejor actor por Que Dios nos perdone, imponiéndose a Eduard Fernández, Antonio de la Torre y Luis Callejo.
La cita es en el vestíbulo del cine Palafox y Roberto Álamo viste como se supone que debe vestir Roberto Álamo: negro riguroso, americana de cuero, sombrero y gesto de pocos amigos. Como en esos anuncios de una casa de apuestas por los que le reconocen continuamente por la calle. Hablamos de Es por tu bien, una comedia en la que tres concuñados como José Coronado, Javier Cámara y el propio Álamo comparten grupo de mensajería instantánea y un problema peliagudo: sus jóvenes y atractivas hijas salen con unos piezas a cada cual más problemático. Sí, como la francesa Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?, pero en versión española. En lugar de un africano, un musulmán y un asiático, el desternillante guión de Manuel Burque y Josep Gatell propone a un militante de Podemos, un perfecto nini y un seductor cuarentón con acento argentino. "Es que España es un país más clasista que racista. No lo digo yo, es así", sentencia.
"España es un país más clasista que racista. No lo digo yo, es así"
Roberto no quiere bromear sobre las comedias de cuñados como género ("no tengo contabilizadas cuántas ha habido. Seguramente algunas en los años 50 ó 60"), pero sí de sus compañeros de reparto: "Cuando te enfrentas a un guión, bailas con ese guión y con los actores que están en él. Y este ha sido un baile maravilloso, como de Gene Kelly con Cyd Charisse, porque tanto José Coronado como Javier Cámara no solo son unos actores maravillosos, sino que nos hemos hecho muy buenos amigos".
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Pero, sobre todo, a Roberto le apetece hablar de Que Dios nos perdone, la película de Rodrigo Sorogoyen que le ha lanzado a una espiral de premios en el último trimestre, rematado con el segundo Goya de su carrera. Un thriller oscuro y sucio, con olor a Ducados y fritanga en un Madrid tan poco visto en el cine como el de las viviendas apuntaladas de Ballesta y Carretas. "No estamos acostumbrados a ver esas calles tal como son, porque el cine es una estilización de la realidad", admite. Ese inspector Alfaro con camisa abierta, malas palabras y peores modales le ha proporcionado uno de los papeles de su carrera: "Estaba representando en teatro Lluvia constante, que es la historia de dos policías, y estuve investigando mucho tiempo. Me resulta imposible definir la composición de este trabajo, porque tendría que hablarte de mis 45 años de vida". Una interpretación que pone los pelos de punta, con un despliegue físico al alcance de muy pocos actores, y a la altura de su alabado Urtain, retrato del boxeador que interpretó en la obra homónima de la compañía Animalario. "Ese papel me regaló muchas cosas, me abrió muchas puertas, me hizo mejor persona. Hay un antes y un después en mi carrera con Urtain", recuerda. También le debe mucho al emocionante secundario de La gran familia española, papel que le valió su primer cabezón hace ya cuatro años… aunque después de aquello vivió una inesperada mala racha. ¿Cómo es posible? "Porque no me llamaron, básicamente. Me dieron el Goya y me tiré siete meses sin trabajar. Así son las rachas en este trabajo y en la vida. Espero que no me pase.
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