_
_
_
_
África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Tshisekedi, el luchador de la democracia

Tras la muerte del líder opositor, ¿qué pasará en la República Democrática del Congo?

Miembros de la comunidad congoleña rinden homenaje a Étienne Tshisekedi en Bruselas, este febrero.
Miembros de la comunidad congoleña rinden homenaje a Étienne Tshisekedi en Bruselas, este febrero. Francois Lenoir (REUTERS)

Hace poco falleció el que se podría llamar el héroe de la democracia en la República Democrática del Congo. Étienne Tshisekedi Wa Mulumba, el hombre que se atrevió con Mobutu hasta el final, el luchador incansable, el opositor de todos los regímenes hasta la muerte. Murió sin alcanzar ni la democracia ni el poder por el que tanto luchó como lo hiciera Nelson Mandela por ejemplo o, en menor medida, como Abdulay Wade de Senegal o Laurent Gbagbo de Costa de Marfil. Sin embargo, su nombre pasará a la historia como un hombre de convicciones firmes, intrépido ante el adversario aunque, a veces, tachado de radical.

Tshisekedi empezó con Mobutu y fue uno de los fundadores del partido único, MPR (Movimiento Popular de la Revolución). Fue su ministro durante un tiempo antes de iniciar una oposición encarnizada al mobutismo en los años 80. En aquella época, el partido único era la tónica general en la mayoría de los países africanos. Oponerse al dictador significaba la suprema traición a la nación, crimen que se podía castigar con la muerte. De hecho, se cuenta que el servicio secreto de Mobutu le habría llevado a la localidad de Monga en el norte del entonces Zaire, y le habría marcado a fuego en la espalda los iniciales de MPR recordándole así que nadie escapa del partido-estado.

Tshisekedi inició una
oposición encarnizada
al mobutismo en los años 80

Sin embargo, no se desanimó. Siguió desafiando al temible Mobutu forjando poco a poco su personalidad y su partido UDPS que acabará siendo una verdadera máquina opositora al régimen. Ni la brutalidad de las fuerzas de seguridad de los dictadores sucesivos, ni las intimidaciones, ni los sobornos a sus colaboradores acabaron con el partido dirigido por la mano firme del llamado esfinge de Limete.

En los años 90 llegó a África la corriente de la democracia multipartidista. Muchos dictadores aceptaron por presiones internacionales la existencia oficial de los partidos de la oposición. En el Zaire optaron por organizar la Conferencia Nacional Soberana. Era como un proceso constituyente para iniciar la democracia de manera consensuada. Tshisekedi apareció como el hombre de la situación. El entonces obispo de Kisangani, Mons. Monsengwo, actual cardenal arzobispo de Kinshasa, dirigió la Conferencia. Allí decidieron nombrar al opositor primer ministro, pero el proceso fue frustrado por Mobutu quien temía su caída si dejaba parte de su poder en manos de este hombre que temía solo al cielo por encima de él. Durante un tiempo, el Zaire vivirá bajo dos gobiernos paralelos, uno de Tshisekedi salido de la Conferencia y otro de Mobutu.

Durante un tiempo, el Zaire vivió bajo dos gobiernos paralelos, uno de Tshisekedi salido de la Conferencia y otro de Mobutu

La caída de Mobutu en 1997 y la entrada de Kabila en el poder no supusieron ningún cambio en cuanto a la democracia. Tshisekedi, que esperaba una mano tendida del nuevo inquilino de la presidencia, se desencantó. Siguió con su oposición. A Kabila padre le sucedió Kabila hijo. Todo continuó igual. Tanto es así que a Tshisekedi se le puso el apodo del ‘eterno opositor’.

Más información
2016, el año en que Jammeh y Kabila podrían haber dejado de estar allí
A las urnas hasta de penalti

En el año 2011, después de las elecciones, se autoproclamó presidente electo frente a Kabila que tachó de impostor y usurpador del poder. Desde entonces, se sumergió en el silencio dando miedo solamente con su sombra. Algunos de los suyos le abandonaron atraídos por el pan del poder y el dinero ofrecido por el campo adverso.

La muerte de Tshisekedi supone un antes y un después en el universo político congoleño caracterizado por la corrupción y el oportunismo. Muere además en un momento crucial para el desenlace de una crisis institucional surgida de la no organización de las elecciones según la Constitución. Tshisekedi era el pilar de la mediación llevada a cabo por los obispos entre el poder y la oposición. Cabe recordar que el 19 de diciembre de 2016 caducó el mandato del presidente Kabila y si no hubiera existido la intervención providencial de la Conferencia Episcopal (CENCO), estaríamos hablando ahora de un caos sin precedentes. Su muerte puede suponer un golpe fatal al proceso.

¿Qué pasará?

Después de su muerte, podemos imaginar cuatro escenarios:

Uno: Que el deceso suponga un volver atrás desde el punto de partida de las negociaciones. De hecho, ya la mayoría presidencial está diciendo entre líneas que el acuerdo del 31 de diciembre ha de ser retocado. En este acuerdo, se estipulaba que Tshisekedi por su categoría de anciano sabio político tenía que presidir el comité del seguimiento del texto. Si todo vuelve atrás, el radicalismo de unos y otros puede empujar a la CENCO a retirarse del proceso de mediación. En este caso, el pueblo saldría a la calle y el caos se instalaría.

Dos: Que UDPS sea incapaz de encontrar un consenso sobre un sustituto y que la oposición se desagregue frente a la mayoría presidencial fuerte. En este caso, es probable que los partidarios de Kabila fuercen un referéndum sobre el cambio de la Constitución con el fin de quitar la limitación de los mandatos y dejar así vía libre a Kabila en las próximas elecciones. También en este caso, no se puede descartar las protestas masivas y desordenadas del pueblo seguidas de la represión sangrienta de parte del poder.

Tres: Que la oposición encuentre un nuevo líder sólido que aglutine las esperanzas de cambio. Se perfila en este puesto Moïse Katumbi, forzado a exiliarse y condenado en ausencia a tres años de cárcel. Este escenario sería posible si la oposición y la CENCO consiguen convencer al gobierno a otorgarle una gracia especial en el marco de la descrispación política. El problema es que el gobierno teme justamente que dejándole libre, Katumbi podría fácilmente aglutinar la oposición y ganar las elecciones.

Tras la muerte de Tshisekedi se abren cuatro escenarios posibles

Cuatro: Que gane la cordura. En este caso, la muerte de Tshisekedi aparecería como un elemento catalizador para el entendimiento y la paz entre los diferentes actores políticos. Este escenario, muy deseable, es sin embargo poco probable viendo el historial de la clase política congoleña.

Esperando el desenlace de todo, sigue en el aire la cuestión del millón: ¿Habrá elecciones presidenciales en el 2017? El futuro próximo nos dirá. 

El blog Africa No es Un Pais no se hace responsable ni comparte siempre las opiniones de los autores. 

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_