Pervertidos, que no perversos
La religión deja de ser la guía de conducta de los españoles
España es el decimotercer país del mundo en visionado del portal de pornografía más famoso del mundo, Pornhub. ¿Hasta qué punto somos unos pervertidos?
Fui educada en un colegio de monjas del que me dejaron salir corriendo en cuanto lo planteé en casa. Jamás recibí educación sexual más que la que pudieran ofrecerme mis amigos, que no amigas. Estudié lo que quise sin que mis progenitores me aconsejaran lo más mínimo y ambos, en conjunto y por separado, me obligaron a asumir las consecuencias de mis actos, lo cual agradeceré toda mi vida.
Pertenezco a esa generación a la que no le ha quedado otra que plantar cara porque nuestros padres fueron los primeros en reventar todos los parámetros. Ante la duda de lo que pudiera pasar, nos bautizaron como generación X. La gran incógnita. Y nuestras camas, no iban a ser menos.
A cualquiera que no cumpla los parámetros de la heterosexualidad heteropatriarcal, se le tilda automáticamente de pervertido. Según la definición actual de la RAE, sus costumbres e inclinaciones sexuales se consideran socialmente negativas o inmorales. ¿Negativo que te gusten los hombres y las mujeres? ¿Inmoral que decidas lo que ocurre en tu cama e incluyas en ella a quien te dé la gana y quiera estar? La sociedad que tanto protegen es injusta. No nos va a quedar otra que cambiarla. Y la cambiaremos protegiéndonos. Si tenemos las mismas obligaciones que el resto, tengamos también los mismos derechos. Promulguemos las leyes que sean necesarias para llevarlo a efecto. Votemos en consecuencia. Aquellos que elijamos en las urnas serán los que legitimarán nuestra libertad sexual. Recuérdenlo a la próxima, por favor.
La desigualdad de la mujer ha sido evidente hasta en el mismísimo Código Civil. La llamada licencia o permiso marital, vigente hasta mayo del 1975, obligaba a la mujer a obtener el permiso de su esposo para la realización de actos jurídicos y patrimoniales. ¡Imagínense lo que dieron de sí los braguetazos! Una dictadura franquista con importante participación y poder de la religión católica dejó el terreno perfectamente abonado para que los manuales de conducta se esgrimieran en función de los evangelios. Hasta 1978 no se reflejó la libertad religiosa, al menos en el artículo 16, de la Constitución Española. A partir de aquí comenzamos a dejar de tener la religión como guía. El día que consigamos no pagar con nuestros impuestos ni una ida de olla basándose en una deidad cuya existencia no está probada, demostraremos hasta inteligencia. Pero los caminos del señor son inescrutables. Y nuestros curas tienen buenos mapas. Los jodíos siempre nos encuentran.
La diversidad sexual como escandalera
Cuando yo era adolescente, no se salía del armario. Mi generación sufrió como sus predecesoras la LGTBFobia, pero nacimos con las primeras manifestaciones por el Orgullo Gay, crecimos con La Movida y estudiamos en la universidad en la misma promoción que una futura reina. La llegada de la Transición y después la democracia fue allanando el camino y la libertad sexual, siempre con mucho sufrimiento, poco a poco se abre paso. Aunque cueste. Los 90 y 2000, fueron los años clave. Empezando por todos los que salieron del armario y culminando con la legalización del matrimonio homosexual en 2005. Las portadas de la revista Zero, hoy desaparecida, fueron una escandalera y algunos políticos incluso tuvieron la desfachatez de apuntarse el carro de salir en ella con tal de conseguir votos. Basta repasar las portadas para ponerles nombre y apellidos.
Nos acostumbramos muy lentamente a la diversidad sexual. Aún cuesta luchar contra la LGTBfobia y defender la inclusión de cualquier sexualidad además de la heterosexual. Dos actrices representaron junto a otros muchos esa lucha: una auspiciada por Pedro Almodóvar, Bibiana Fernández; otra convirtiéndose en un referente político madrileño, Carla Antonelli. Esta última, capaz de dejar en evidencia a la presidenta de la comunidad, Cristina Cifuentes (PP) por incumplir la ley aprobada en la asamblea. Ya saben, aquellos "incómodos transexuales".
Según datos de Pornhub, España ocupa el puesto número trece en cuanto a demanda de pornografía online. Nada más vilipendiada, juzgada y sometido al escrutinio moral que la pornografía, máxime si eres una mujer y haces acopio de ella. Puesto que soy una de esas, sí, soy una pervertida. Pero jamás seré perversa. Los pervertidos no obligamos a otros a someterse y denigrarse en nuestro propio beneficio. Ni siquiera juzgamos a los que no tienen nuestra misma sexualidad.
¿Acaso no vieron Perversidad de Fritz Lang (1945) para entender la diferencia?
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