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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Al final, por unos condones se perdió un país

Francisco ordena que el Vaticano intervenga la Orden de Malta, un Estado soberano

Jorge Marirrodriga
Francisco junto al exGran Maestre de la Orden de Malta, Matthew Festing.
Francisco junto al exGran Maestre de la Orden de Malta, Matthew Festing.© POOL New / Reuters (REUTERS)

Uno de los Estados más pequeños del mundo ha establecido un protectorado sobre otro diminuto Estado en un movimiento puede tener unas consecuencias inesperadas. En medio de las noticias que llueven desde Washington con Trump —perdón por citar al presidente de EE UU, pero uno no es nadie si no escribe “Trump” en estos días —, el Vaticano, Estado soberano miembro observador de Naciones Unidas, ha puesto a la Orden de Malta, también Estado soberano miembro observador de Naciones Unidas, bajo la dirección de una comisión especial nombrada directamente por el Papa. Además, Francisco se dispone a designar —tal vez lo haga hoy— a un “delegado apostólico” para que dirija este país, que posee territorio en Roma, moneda, servicio postal, emite sus propios pasaportes y mantiene relaciones diplomáticas formales con otras 106 naciones. Conviene recordar que la Santa Sede no toma el control de otro Estado desde que el Papa era monarca temporal al frente de los Estados Pontificios. ¿Y cómo empieza todo este asunto? Pues como en la canción del clavo que hizo perder una herradura... aunque esta vez con condones.

La Orden de Malta, fundada por los cruzados alrededor de 1099 en Jerusalén con el nombre de Orden Hospitalaria y con una historia que deja en mantillas cualquier fantasía, se dedica en la actualidad a actividades de tipo social y humanitario. Pero una grave desavenencia surgió en su cúpula en 2016 debido a su participación en el reparto de preservativos y anticonceptivos en varios países de África. La discusión terminó con la destitución del gran canciller —el número dos—, el alemán Albrecht Boeselager, promovida por el gran maestre —el número uno—, el británico Matthew Festing.

Este movimiento no gustó nada al otro lado del Tíber. En primer lugar, porque Francisco, al ser informado de la crisis, había pedido diálogo, Después, porque el asunto cayó pronto en el tablero de las tensiones que se viven en el interior de la Iglesia católica. Festing fue llamado a una entrevista privada con Francisco de la que salió dimitido. Boeselager fue repuesto en su cargo y el Papa decidió intervenir directamente la Orden. No es la primera vez que Bergoglio toma una medida así. Ya acumula varias. Pero sucede que la Orden de Malta no es una asociación religiosa más. Tiene rango de Estado, según el derecho internacional. Algunos analistas hablan de “anexión”. Tal vez sea más preciso el término “protectorado”.

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Lo interesante es que todo esto está sucediendo no ya con luz y taquígrafos, sino con altavoces. Algo muy alejado de esa imagen de frufrú de sotanas, susurros por los pasillos y humo de incensario que nos encanta escribir a los periodistas cada vez que relatamos una historia vaticana. Y probablemente sea así porque la polémica ha sido absorbida por el proceso de formación de bandos que vive el catolicismo. División que amenaza con devenir en su disputa teológica más grande desde tiempos de Lutero. Habrá quien crea que es asunto de curas y no le atañe, pero 1.200 millones de católicos teniendo que repensar su papel en el mundo son un factor que no se puede ignorar.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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