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CLAVES
Columna
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Fascismo 3.0

El totalitarismo se produce, según Arendt, por la pérdida paulatina de realidad que subyace a la distinción entre hechos y ficción

Máriam Martínez-Bascuñán
Trump, durante un congreso, en Filadelfia.
Trump, durante un congreso, en Filadelfia. MARK MAKELA / REUTERS

Desde que Trump es presidente, dos libros han incrementado asombrosamente sus ventas: Los orígenes del totalitarismo, de Arendt, y 1984,de Orwell. Ambos nos ayudaron a comprender el significado del totalitarismo en la práctica política europea del siglo XX, fijándose en el lenguaje político diseñado para construir mentiras que suenen a verdad y dar “apariencia de solidez al puro viento”. Cabe preguntarse si este renovado interés tiene que ver con la identificación de una inédita forma de autoritarismo en los usos políticos del nuevo @POTUS.

Sabemos que los totalitarismos aparecieron bajo la forma de ideologías “anti” (antiliberal, antintelectual, antiparlamentarismo) y que negaron al individuo para afirmar la superioridad esencial de la nación: America first, espetó el magnate con una mística de la patria enunciada religiosamente. La utopía fascista busca armonía sin conflicto social apelando a una unidad nacional de orden superior. Pero el interés supremo de la patria no se supedita a una discusión plural en instituciones, esfera pública y medios de comunicación. Más bien, se niega el libre juego de puntos de vista contrapuestos que da origen a libertades como la de expresión o discusión. Su fetichismo emocional y sus pulsiones tuiteras buscan sustituir esas instancias intermedias, pero más que mentir —y he aquí la clave que recuerda al totalitarismo— pretenden situarnos en la “realidad total” paralela que construye el líder.

El totalitarismo se produce, según Arendt, por la pérdida paulatina de realidad que subyace a la distinción entre hechos y ficción. El impulso autoritario arrincona cualquier punto de anclaje con el mundo común, para sustituirlo por sus fantasías e imaginaciones. Por eso Trump convierte a los periodistas en “los humanos más deshonestos de la Tierra” por no afirmar que su inauguración fue más multitudinaria que la de Obama. Al insistir en negar la realidad, Trump transforma al periodismo en el nuevo “chivo expiatorio” buscando así neutralizar la crítica, y desarmar el único poder que se le resiste. Los otros, los institucionales y los económicos, parecen plegarse mansamente a sus caprichos. [PIEPAG]@MariamMartinezB

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