Los actos tienen consecuencias

Me han conmovido la serenidad y la sensatez con las que se expresa Lucía Carrero-Blanco en su carta abierta y comparto en lo sustantivo sus ideas. En cambio, como profesional en la educación pública desde hace más de 25 años, no puedo dejar de reflexionar sobre las opiniones que expresa la joven Cassandra que tras las bromas de otrora sobre Carrero, ahora se lamenta y preocupa por las consecuencias que las veleidades de su pasada actitud puedan acarrearle en sus expectativas de acometer la carrera docente. Me pregunto hasta cuándo seguiremos educando a niños y jóvenes como si vivieran envueltos en papel de celofán pero a su vez, en un tremendo acto de incoherencia tras pixelar sus caras en las publicaciones, les exhibimos sin rebozo ni pudor alguno como monos de feria en shows televisivos que reproducen el mundo competitivo de los adultos. Está claro que además de reformar las leyes educativas para que duren más de una legislatura debemos plantearnos si no deberíamos enfatizar más ciertos valores que nuestros padres nos transmitieron y pensar que “todo acto tiene sus consecuencias”. A lo mejor de esta manera podríamos evitar la tolerancia cero ante la frustración de cualquier deseo o revés vital que está aquejando a nuestros adolescentes y niños.— Pilar Merino Carbonell.Madrid.