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La paradoja y el estilo
Columna
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El holandés errante

Si Aznar quiere ver su tiempo reflejado en la ficción tendrá que esperar un rato

Ana Botella y José María Aznar, en las playas de en las playas de Oropesa en 1998.
Ana Botella y José María Aznar, en las playas de en las playas de Oropesa en 1998. reuters
Boris Izaguirre

Mi marido ha venido a pasar las fiestas en Miami. Y le ha encantado mi arbolito de Navidad. ¡Por fin una buena noticia! Los adornos incluyen unos Elvis Presley con distintos trajes, una princesa Disney y bolas de cristal de 99 céntimos de dólar comprados en esos bazares con farmacia que dominan Estados Unidos, como Wallgreens, CVS y WalMart, donde así como te compras estos adornitos también puedes adquirir un jarabe o un rifle.

Es la primera vez que no celebramos las Navidades en España. Y con el turrón ha llegado la noticia de que José María Aznar renuncia a la presidencia de honor del partido que lo llevó al gobierno. La verdad, me he quedado de piedra, tan duro como ese turrón. Pero me lo temía desde este verano, cuando las revistas del corazón no publicaron ninguna fotografía suya en bañador. Me lo callé porque pensé que me hacía quedar nostálgico recordar esa época en la que Kyril de Bulgaria y José María Aznar competían por quién lucía más pulseritas y abdominales.

La verdad es que Aznar ha estado enfurruñado, quizás porque las cosas no le salían como él quería. Amigos en común me han dicho que cada vez que aparece una fotografía de Francisco Correa saludando en la boda de su hija Ana, pierde masa muscular. Debe de ser duro que una boda que planeaste con tanto mimo y seguridad de Estado termine siendo el retrato de tu gestión presidencial. Y que sea una de las pocas bodas de ese nivelazo que culminó con tantos invitados en la cárcel.

Por eso, a mí lo que me ha “movido”, como diría Kate del Castillo, es que, unos días antes de enviar su renuncia, Aznar acudió a una representación de El holandés errante en el Teatro Real. Se trata de una ópera un poquito más popular que otras de Wagner, concebida en una época de penurias del compositor y durante un tormentoso viaje en barco desde Riga a Londres. Es la historia de un capitán que vendió su alma a Satanás y está condenado a navegar errante hasta que un verdadero amor lo libere. Musicalmente es muy celebrada porque introduce el leitmotiv, ese tema central y recurrente que persigue y define a los protagonistas. Es posible que Aznar sienta que esta ópera le toca o le acaricia. Que él también yerra y busca que una redención lo salve y haga olvidar esas otras cosas que siempre le recordamos, como la guerra de Irak, Rodrigo Rato o el nombramiento de su sucesor como si estuviéramos en los tiempos del Rey Arturo.

Mientras José María se aleja, Raphael y Raffaella regresan a televisión. Aznar podría reunirse con ellos y preguntarles el secreto de su permanencia. A mí me lo contó el propio Raphael en una entrevista. “Tienes que saber estar en la primera fila. Pero también en la segunda. Y en la tercera. Pero no más atrás”. Carrà, por su parte, me enseñó su truco: “Ensayarlo todo. Dónde me voy a sentar, cómo me voy a levantar, cuándo sujeto el micrófono”. Parecen cosas baladíes pero pueden explicar que Rafaeella Carrà anuncie su retiro sin nombrar sucesora.

Miguel Ángel Silvestre y Paula Echevarría en el último capítulo de la serie 'Velvet'.
Miguel Ángel Silvestre y Paula Echevarría en el último capítulo de la serie 'Velvet'.

Viendo el último capítulo de Velvet confirmé que otro secreto para el éxito de nuestra ficción es que suceda en el pasado. Por eso, sospecho que si Aznar quiere ver su tiempo reflejado en la ficción tendrá que esperar un rato. Aunque mucha de la ficción nos lleva hacia atrás, todo tiene su final y Velvet se acabó con una sensación temible en el aire: ¿Quién podrá sucederle?

Suceder a alguien no es tan fácil. Hay gente insustituible, como Zsa Zsa Gabor, que era famosa por su fama, la precursora de Kim Kardashian. A su manera, también erró buscando siempre que el amor la salvara y redimiera. Se casó nueve veces, con el heredero de los hoteles Hilton (que también se casó con Elizabeth Taylor, que rivalizaba con Zsa Zsa en matrimonios) y también con el inventor de la muñeca Barbie, quien bromeaba con que la inspiradora de la célebre muñeca no fue Zsa Zsa, sino su hermana Eva. Zsa Zsa tenía un don irrepetible: disparaba titulares como nadie. “Nunca he odiado a un hombre lo suficiente como para devolverle sus diamantes”. Zsa Zsa nunca habría acreditado a Kardashian como su sucesora, intuía que en el momento en que lo haces comienzas a parecerte al holandés errante.

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