¿Perdonarías a tu padre sabiendo que te suministró ‘speed’? Agassi responde
Después de contarlo todo en un libro soberbio, el extenista lucha por asimilar una vida lleva de momentos oscuros Agassi invierte gran parte de su tiempo en su fundación, dedicada a la educación y en la que cuenta con la colaboración de Longines
“Una noche Philly [el hermano de Agassi] me pide que le prometa una cosa.
- Sí, claro, te lo prometo. Lo que sea.
- No dejes que papá te dé pastillas.
- ¿Pastillas?
- Andre, tienes que escuchar bien lo que te digo. Es un muy importante. […] Son muy pequeñas, redondas y blancas. No te las tomes.
- Está bien, pero ¿qué son esas pastillas?
- Speed [sustancia química, normalmente metanfetamina, que estimula el sistema nervioso, aumentado la resistencia física].
- ¿Y eso qué es?
- Una droga. Te da mucha energía. Sé que va a intentar administrarte speed.
Y, en efecto, cuando llega el campeonato nacional, que se celebra en Chicago, mi padre me administra una pastilla. […] Me la tomo y me sienta bien".
Este es un extracto del libro Open, la soberbia biografía que -con la magistral ayuda de J.R. Moehringer, ganador de un Pulitzer- el extenista Andre Agassi (Las Vegas, 1970) publicó en 2009.
"Odié el tenis durante 27 años. No había reparado en ello. Era como los soldados yendo a la guerra: es dañino y un desperdicio pero no lo ves hasta un tiempo después"
Hoy, Agassi recibe a ICON. Es amable, educado y a ratos sonriente.
Su padre construyó una máquina infernal para entrenarle: una vez le suministró speed aún siendo usted niño para mejorar su juego, no admitía que no llegara a número uno y le hizo creer que el tenis era la vida. ¿Cómo es su relación con él? Es buena. Todo lo buena que puede ser [risas]. Todo lo buena que él permite. Parte del libro, parte del viaje, trata sobre el perdón. Perdonarte a ti mismo, perdonar a tus padres, lo que fueron, lo que no fueron. Lo hizo lo mejor que pudo. Comprendí eso quizás muy tarde, pero él es tan bueno como puede. No todo el mundo es como quieres que sea. Hay que aceptarlos como son.
Han pasado ocho años desde la publicación de Open, pero hablar con Agassi sin mencionar el libro resulta poco menos que imposible. Porque Open es Agassi. Desde su odio al tenis (la pista convertida en cárcel) hasta su extraña relación con Brooke Shields, tan alejada en fondo y forma de la que luego fuera su esposa, Steffi Graf (Mannheim, Alemania, 1969), con la que lleva 15 años casado y tienen dos hijos; su amistad con Barbra Streisand; todos sus cambios de imagen; sus derrotas punto por punto; su eterna rivalidad con su némesis, el siempre impecable Pete Sampras… Todo está ahí. Sin miramientos, pero sin exhibicionismo. Con la distancia y la profundidad que sólo el tiempo concede.
Agassi estuvo en activo de 1986 a 2006, fue número uno mundial y ganó 60 torneos, entre ellos los más grandes: Roland Garros, Wimbledon, Abierto de EE. UU., oro olímpico o la Copa Davies con EE. UU. Se define a sí mismo como alguien que “toma riesgos sin ser un jugador”, en clara referencia a su idolatrada Las Vegas –a la que, por cierto, ha conseguido arrastrar a Steffi. Está hoy en Madrid por ser el Embajador de la Elegancia de Longines, la histórica firma de relojes suiza. Lo es desde 2007.
De todo lo confesado en el libro [cosas como que tomó metanfetamina, que mintió a la ATP o que durante una larga temporada usó peluquín], ¿qué fue lo más embarazoso de admitir? ¿Embarazoso? Lo más difícil está en la primera página: decir que odiaba el tenis. Odié el tenis durante los primeros 27 años. No había reparado en ello. Cuando te sientas para tratar de ponerle sentido a tu vida te das cuenta de lo desconectado que estabas con lo que hiciste. Era como los soldados yendo a la guerra: es dañino y un desperdicio, pero no lo ves hasta un tiempo después. Cuando estás ahí fuera fingiendo ser algo que no eres, actuando como si lo estuvieras intentando, pero sabes que no lo estás intentando.
En 2009, cuando se editó Open, ya estaba retirado y fuera de la vida pública. ¿Por qué escribir ese libro? ¿Por qué exponerse tanto? No se trataba de escribir un libro, se trataba de entender mi vida, era importante para mí, y eso quizás me llevó a escribir un libro. Y en el proceso de descubrirme a mí mismo me di cuenta de los paralelismos con las experiencias vitales de otras personas. Mi intención no era que la gente me conociera mejor sino que se conocieran mejor ellos mismos. A veces, a través de los caminos y tribulaciones de otro puedes verte a ti mismo. Todos estamos embarcados en un viaje y no siempre es fácil. Algunos casos son más dolorosos que otros, pero la vida es una lección dolorosa de aprender. En el tenis estás constantemente lidiando con el futuro, tienes que dejar a un lado el pasado. Para mí, el reto era aprender a vivir en el presente.
Hubo a quien no le sentó nada bien tanta honestidad brutal. Me refiero sobre todo a casos como los de Nadal o Federer. Sí, hubo algunas reacciones. Las esperaba. Pero creo que es más respetuoso responder si has leído el libro y has reflexionado sobre ello. Y, sinceramente, tampoco he visto a muchos tenistas que lean demasiado [risas]. Me decepcionó un poco la reacción de Rafa Nadal [el español dijo que con algunas revelaciones del libro Agassi "hacía daño al deporte"]. Entendí que, al igual que Federer, estaba protegiendo el tenis. Probablemente aman este deporte, pero no fue algo muy fundamentado por su parte. En cualquier caso, no tuve miedo al sacar el libro. La verdad siempre espanta el miedo.
En 2011 entró en el International Tennis Hall of Fame, la más alta distinción que se le pueda conceder a un tenista. En su discurso [Agassi no pudo contener las lágrimas en múltiples ocasiones] le agradecía al tenis todo lo que le había dado, incluido el amor de su vida, Steffi. ¿Cómo se reconcilió con este deporte? Fue cuando encontré mi camino, cuando hallé mis propios motivos para jugar. Ocurrió a finales de 1997. Tuve una epifanía: me di cuenta de que si no tomas tus propias decisiones, tu vida no te pertenece. Tuve que buscar mis razones. Y mi razón fue mi escuela, ayudar a niños que no tienen elección en sus vidas. En ese momento, el tenis empezó a ser un regalo, una oportunidad. Por primera vez algo importante para mí. Y empecé a disfrutar.
Usted ha hablado mucho de la soledad del tenista. ¿De veras es tan angustiosa? ¿Mayor que la del corredor o la del ciclista? Sí, porque al menos en estos deportes que cita puedes hablar, comunicarte. No estás apartado. El tenis es no hablar, es silencio. Hay un campo de separación entre tú y tu rival, pero, al mismo tiempo, estás muy conectado por mucho que no puedas tocarle, olerle, ni siquiera oírle respirar.
Dice su agente, Steve Miller, que usted es un tipo normal, y esa es la sensación que da. ¿Nunca se dejó deslumbrar por los brillos de la fama, ni siquiera en sus inicios? Cualquier cosa nueva es excitante, interesante. Estás aprendiendo, y los principios son siempre fascinantes. Pero eso dura poco y es muy insustancial. Cuando eres famoso todo el mundo te conoce, sí, pero eso no cambia nada, ni cómo vives ni quién eres realmente. En caso de ser algo, la fama es una distracción. Algo que te despista de la vida que realmente quieres llevar.
Una de las cosas que le robó el tenis fue la posibilidad de recibir una educación. Y, curiosamente, la educación se ha convertido en el motor y en la razón de su vida. Ya tiene escuelas públicas independientes repartidas por EE. UU. Creo que la razón por la que me he concentrado tanto en la educación es precisamente por mi falta de ella. El resultado de este déficit es no haber podido elegir a lo largo de mi vida. No tener opciones, hayas tenido o no éxito, te lleva a desconectar del mundo, y esa desconexión abre un espacio infinito a la ira y a la desesperación. No creo que eso sea sano a ningún nivel. La posibilidad de conocerse mejor, de conocer el mundo, hace que puedas llevar las riendas de tu vida sin arrepentirte de nada. Para mí la única manera real de crear cambios en el sistema es dar esa posibilidad a niños que de otro modo estarían sometidos a realidades relativas a bandas, drogas o cárceles, conseguir romper esos círculos de violencia, esas espirales.
En esta cruzada Longines ha sido de mucha ayuda. Compartimos los mismos valores: hemos elegido hacer algo por y para las próximas generaciones. Trabajar juntos tenía todo el sentido.
Con todo esto, imagino que en Las Vegas será usted una especie de héroe local. ¿Se ha planteado meterse en política? Lo que siempre me ha interesado es que se hagan las cosas. No creo que sea necesario acudir a la política o construir desde ella. No creo que la política se involucre o responsabilice lo suficiente. Pero si tuviera que encajar en política, sería en el entorno educativo. Creo que estamos ofreciendo mejores oportunidades para el futuro de estos chicos que forman parte de nuestro proyecto educativo.
Me gustaría saber su opinión sobre Donald Trump, del que por cierto se disfrazó usted hace un par de años por Halloween. He coincidido con él en un par de ocasiones y siempre ha sido un caballero conmigo. Un tipo interesante. Me gusta la posición de Trump en materia de educación, su idea sobre lo importante que es la competitividad, puesto que ser competitivos nos hace más responsables. También desde el Partido Demócrata, a su manera, han fomentado el desarrollo de escuelas charter [centros con menos regulaciones oficiales sin dejar de estar homologados por las autoridades competentes] en EE. UU., y eso también supone fomentar la competitividad. Pero los niños son mucho más importantes que todo esto.
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