Cuatro compañeros de piso que no dejarán platos sucios y te harán la vida más fácil
Son limpios, ordenados y colaboradores. Los compañeros de piso electrónicos que la domótica ha alumbrado nos van a hacer más llevaderas las aburridas tareas de la vida cotidiana. No miden más de medio metro, te enseñan recetas, entretienen a los niños, bailan, pinchan música, calman el estrés, cortan la hierba, regulan el consumo eléctrico y cuentan lo que está pasando en casa cuando no estás.
"La inteligencia artificial y el Internet de las cosas conectan todos los dispositivos entre sí para que podamos controlarlos desde el móvil”, apunta Miguel Ángel Salichs, subdirector del departamento de Ingeniería de Sistemas y Automática de la Universidad Carlos III de Madrid y presidente del Comité Español de Automática (CEA). Aunque todavía “la robótica esté muy lejos de lo que vemos en la ciencia ficción”, como dice el profesor, ha llegado el momento empezar a familiarizarse con los robots asistentes, las mascotas digitales, los jardineros autómatas y los sistemas remotos de control energético.
El asistente personal. Un C3PO en casa
Una bola blanca, del tamaño de un balón de fútbol, se desliza por el parqué con suma delicadeza. Da los buenos días y relata la previsión del tiempo en cuanto te ve. Los primeros robots asistentes de la Historia han comenzado a comercializarse por un precio que comienza en los 600 euros. La fantasía de George Lucas en La guerra de las galaxias se ha hecho realidad. Son parecidos a R2-D2, ese droide bajito, de cabeza abovedada que rueda sobre tres patas, o a BB-8, el robot esférico de la última entrega, se han convertido en el aliado perfecto para organizar las tareas.
Estos compis electrónicos no reparan naves interestelares, ni te salvan de una emboscada del ejército imperial, como los de Lucas, pero graban vídeo y audio, establecen videoconferencias, enseñan recetas de cocina, gestionan la compra online, avisan de las citas importantes o educan a los niños con cuentos y películas. “Realizan tareas que hoy podemos ejecutar con el móvil, sin obligarnos a teclear. En el futuro, harán muchas más cosas”, añade Salichs. Otros también cuentan chistes, se ríen y apagan las luces si te quedas dormido en el sofá. “Son robots sociales, diseñados para relacionarse con las personas”, añade Salichs. Con su carisma programado y sus caritas digitales de alta resolución conquistarán los hogares en las próximas décadas.
La mascota: ladridos digitales
A mediados de los años noventa, miles de mascotas virtuales morían a manos de niños descuidados. Los infantes olvidaban alimentar a esas criaturas que habitaban en los Tamagotchis, pequeñas videoconsolas con forma de huevo. Poco después, esos mismos niños se pasaron al Furby, un bicho peludo con sensores que aprendía palabras y se reía al hacerle cosquillas. Estos dispositivos eran simplemente juguetes.
Ahora varias empresas tecnológicas desarrollan robots zoomórficos que van más allá del juego y se comportan como un perro fiel. Estos autómatas, que cuestan en torno a 200 euros, son capaces de responder a más de cien órdenes y aprenden pautas de comportamiento a partir de los estímulos externos. Se les puede reprender o felicitar con caricias, que son registradas por los sensores táctiles colocados por todo su cuerpo. Juegan a la pelota, bailan, reproducen música e incluso pueden programarse para ladrar cuando la casa está vacía.
También existen robots con forma de perro, gato, foca o dinosaurio que se utilizan con fines terapéuticos. Pueden adquirirse desde 400 euros. Hacen compañía a los ancianos y entrenan la memoria en personas con alzhéimer. “Las terapias con mascotas funcionan, pero las personas mayores no pueden encargarse de perros o gatos. Los robots cumplen un papel similar”, añade Miguel Ángel Salichs.
El mayordomo: tus ojos (y manos) cuando no estás
Mientras tú estás fuera, puedes regular la temperatura de la casa, comprobar que están cerradas las puertas, encender las luces para despistar a los cacos o controlar el consumo eléctrico. Los nuevos sistemas de domótica han sido diseñados para gestionar el gasto energético y, sobre todo, para saber qué pasa en tu vivienda cuando no estás. Cada vez son más frecuentes en el mercado. Se han desarrollado sistemas compuestos por varios dispositivos conectados entre sí por un aparato, similar a un router, que funciona como un centro de operaciones. Desde él se distribuye las órdenes que el usuario da desde una aplicación móvil: apagar o encender electrodomésticos, regular la temperatura de la calefacción y saber si se ha quedado alguna puerta abierta al salir de casa.
Endesa ha desarrollado uno de estos sistemas para ejecutar todas esas órdenes desde el móvil o el ordenador, a distancia. Se llama Nexo y está formado por un conjunto de aparatos interrelacionados que son los que captan la información y ejecutan los deseos del inquilino. Para que Nexo funcione necesita un medidor de consumo eléctrico, un termostato, sensores de apertura para las puertas, controladores para los enchufes y un concentrador que, conectado al router, es el encargado de enviar las órdenes. “La instalación es muy sencilla y puede contratarlo cualquier usuario independientemente de su compañía eléctrica”, apunta Koldo Muruzabal, director de marketing residencial y pequeños comercios de Endesa. “Nexo es una herramienta barata —el precio ronda los 250 euros— para tener información muy valiosa de lo que ocurre en casa”, sostiene Marcelino Herrero, responsable de servicios energéticos de Endesa.
El jardinero: cortacésped 2.0
Las máquinas han tomado el control de patio y jardines. Optimizan el uso del agua en las labores de riego y envían información sobre el estado de plagas y la necesidad de nutrientes, sobre todo en los grandes cultivos.
También las hay que cortan césped. Adoptan la forma de un bólido deportivo en miniatura y rapan la superficie verde a la altura a la que se le haya programado. Su precio ronda los 2.400 euros en las versiones más básicas y 3.000 en las más completas. Cuentan con sistemas antirrobo basados en una alarma que se dispara cuando alguien los levanta del suelo y no para hasta que se introduce un pin. Cuando detectan que se está acabando la batería, acude al puesto de recarga, una superficie donde reciben la energía por contacto, por su cuenta. “Funcionan con un principio parecido al de las aspiradoras automáticas. Es una tecnología que aún está en sus comienzos porque debe adaptarse a espacios naturales en los que se mueve el humano”, apunta el presidente del Comité Español de Automática.
Esta noticia, patrocinada por Endesa, ha sido elaborada por un colaborador de EL PAÍS.
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