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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hábitos del pasado

Rajoy y los socialistas inician la nueva legislatura con viejas actitudes

Mariano Rajoy, durante la conferencia de prensa ofrecida en Berlín.
Mariano Rajoy, durante la conferencia de prensa ofrecida en Berlín. FABRIZIO BENSCH

Comenzada la legislatura, Mariano Rajoy reclama insistentemente que le dejen gobernar, como si considerara el Parlamento un incordio que alguien con mala fe ha puesto en su camino solo con el objetivo de fastidiarle. Se le escapa al presidente, a pesar de la humillación sufrida esta semana en torno a la derogación de la LOMCE y el ominoso intento de premiar a Jorge Fernández Díaz con la presidencia de la Comisión de Exteriores, el hecho de que un Gobierno con tan exigua minoría como el que preside tiene que encontrar cada día en el Parlamento el oxígeno con el que sobrevivir.

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Los tiempos de la mayoría absoluta han pasado y la ciudadanía ha dejado bien claro, al menos por el momento, que prefieren antes Gobiernos con las manos atadas que con las manos libres. Sin embargo, su equipo gubernamental, marcado por el continuismo y el bajo perfil político, es la mejor prueba de que Rajoy no entiende que su papel es liderar iniciativas, construir coaliciones y generar consensos. Al contrario, sus amagos sobre la posible convocatoria de nuevas elecciones en caso de no lograr gobernar cómodamente desde su actual minoría lo dicen todo.

El primer aviso ha sido para que no le torpedeen sus proyectos, comenzando por el de los Presupuestos del Estado para 2017, que es el escollo más importante a corto plazo. Y no solo por la diversidad de prioridades reclamadas desde distintos sectores, sino por la certeza de tener que recortar al menos 5.000 millones (y probablemente más) para cumplir con el compromiso de reducción del déficit público, que él mismo ha reiterado en su reciente visita a Berlín. La negociación presupuestaria es la más importante del curso político, así que en lugar de reclamar cheques en blanco, Rajoy deberá emplearse a fondo a la hora de buscar qué ofrecer a las demás fuerzas políticas para subirlas a bordo.

Si Rajoy no comprende bien el nuevo escenario, tampoco el PSOE da muestras de interpretarlo correctamente. Además de la lentitud de reflejos del grupo socialista en torno al caso Fernández Díaz, su portavoz parlamentario, Antonio Hernando, ha corrido a situar a su grupo en “no” al proyecto de Presupuestos que presente el Ejecutivo antes siquiera de conocerlo. La negativa por principio resulta demasiado simple. Habría sido más inteligente estudiar el proyecto presupuestario del Gobierno, manifestando todas las reservas o rechazos que el PSOE crea convenientes, pero sin encerrarse en un “no es no” que recuerda la malhadada estrategia seguida en la época de Pedro Sánchez frente a la investidura de Rajoy; y que terminó con la defensa final de la abstención por parte del mismo portavoz que argumentaba con vehemencia contra ella.

Es de esperar que entre unos y otros no nos conduzcan de nuevo al bloqueo de la situación política. Las dos fuerzas principales, el PP y el PSOE, se sienten demasiado prisioneras de sus respectivas debilidades, una por haber perdido el control de la mayoría parlamentaria y la otra por la crisis interna sufrida. El nuevo tiempo político exige cambiar de tácticas y de comportamientos, haciendo de la negociación y del pacto el eje de la vida parlamentaria.

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