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MIRADOR
Columna
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Laboral

El gobierno está dejando que se muera la prevención de riesgos laborales, y quiere cerrar la Fundación que lo estudia

Jorge M. Reverte
Los servicios de emergencia trabajan en una calle de Madrid donde un trabajador falleció atrapado entre los escombros.
Los servicios de emergencia trabajan en una calle de Madrid donde un trabajador falleció atrapado entre los escombros.Emilio Naranjo (EFE)

Qué pereza da que te toque estar en la sección de Laboral de un periódico, o de una radio, o una tele. Casi siempre hay que lidiar con estadísticas frías, tan frías que los lectores no perciben que sus hijos forman parte del veintipico por ciento ese del desempleo juvenil, que además parece que por ser juvenil se les va quitar, como el acné. Y no. Resulta casi siempre que cambian de grado, que pasan a formar parte de la estadística “normal”, la de los parados sin edad, que está para contarlos hasta los 65.

Hay estadísticas que son mucho peores, y que varían muy poco de año en año. Son las de muertes por accidentes laborales, y que suelen ser como un goteo casi siempre menos llamativo que el de los accidentes de tráfico. Hace ya muchos años que no hay derrumbes en las minas, que daban para buenos y sabrosos titulares.

Ahora los accidentes de trabajo dan un resultado poco espectacular, de uno o dos muertos por noticia. Eso sí, para llegar a 408 hasta agosto, que es casi un 6% más que en 2015. Quizá porque falta imaginación a quien lo cuenta, y por ejemplo no narra con suficiente crudeza la muerte de un obrero ecuatoriano de 46 años que estaba rehabilitando un edificio para viviendas de lujo en la calle Lagasca de Madrid. Suele faltar en esta historia un final no feliz pero sí justo: el procesamiento del jefe de la empresa, porque no se cumplieran las mínimas medidas de seguridad, recogidas en los manuales de prevención de riesgos.

De accidentes laborales se sabe mucho, los vocean cada día, pensando a veces que inútilmente, Carmelo Plaza, Miguel Ángel Izquierdo, o Carmen Mancheño, de Comisiones Obreras, que se preguntan en voz alta sobre cuántos empresarios están en la trena por no hacer que su empresa cumpla los requisitos mínimos que dan seguridad a los trabajadores.

Muchas grandes empresas de la construcción, pero cada vez más pymes y del sector servicios, saben que una muerte puede salir cara en dinero, pero que puede que la fiscalía no actúe contra el empresario. La familia del muerto se llevará una indemnización notable, y el empresario seguirá con su práctica mortal.

El gobierno está dejando que se muera la prevención de riesgos, y quiere cerrar la Fundación que lo estudia, pero los riesgos siguen ahí, y las estadísticas dicen que la economía crece otra vez, y las muertes con ella.

Si algún empresario culpable acabara en la cárcel, quizá bajaría. Y Laboral sería aún más aburrido. 

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