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PORQUE LO DIGO YO
Columna
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Regueiro

Suelta casi todo lo que pasa por su cabeza, esas perlas verbales que, al contrario que las películas, tan fácil le resulta sacar adelante

Francisco Regueiro, director de cine, en 2015.
Francisco Regueiro, director de cine, en 2015.bernardo pérez

Paco Regueiro es un caso extraño. En 1993 estrenó Madregilda, un brillante esperpento escrito con Ángel Fernández-Santos que triunfó en San Sebastián, fue candidato a siete Goya y consagró a Juan Echanove, inmenso como el Caudillo. Sin embargo, pese a lo que lo ha intentado, no ha vuelto a dirigir. El dinero del cine suele huir de la gente de su clase y de su generación. Pero él no se arruga: ha terminado otro guion, Sueños de amor perdido, que aguarda el milagro. Mientras tanto, se refugia en el dibujo y la pintura. Fue dibujante en La Codorniz, donde trató a Miguel Gila y Rafael Azcona, y en el excelente libro que le dedicó Carlos Barbáchano hay muestras de su buena mano.

Los festivales de Valladolid y de Tudela han coincidido en aclamarle. Se ha celebrado de él su genuino talento, la furiosa independencia, la impronta negra y surrealista y el desafío a lo anodino y previsible. La otra noche, en el cine Moncayo de Tudela, se declaró, muy zumbón, a una concejala del Ayuntamiento que acababa de conocer; y a la actriz Enriqueta Carballeira, que le acompañaba, le reprochó que 50 años atrás se hubiera casado con otro. También evocó su época de futbolista en el filial del Valladolid. Escribía con seudónimo para un periódico las crónicas de los partidos que él mismo jugaba. Siempre se ponía bien y un día se llegó a adjudicar tres goles que no había marcado. Regueiro ha llegado a ese punto en el que no le apetece reprimirse y suelta casi todo lo que pasa por su cabeza, esas perlas verbales que, al contrario que las películas, tan fácil le resulta sacar adelante.

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