La tauromaquia goza de buena salud en Portugal
Los espectáculos taurinos se duplican en relación con los celebrados en los años sesenta
La tauromaquia goza de buena salud en Portugal. La temporada, que comienza el 1 de febrero en el Alentejo y acaba el último fin de semana de octubre en Santarém, programó 200 espectáculos, 15 menos que la pasada temporada, debido a cancelaciones por mal tiempo. Aun así son el doble de los celebrados hace medio siglo. Al igual que en otros países, los festejos taurinos son objeto de iniciativas legales para su prohibición, aunque en Portugal no se mate al animal en la plaza. Cada año, organizaciones verdes presentan en el Parlamento propuestas para acabar con estos espectáculos, pero nunca gozan del respaldo de los partidos mayoritarios, de derechas o de izquierdas. No se les ha subido el IVA y tampoco hay manifestaciones delante de los coliseos, no más que la que congrega la cita anual contra la muerte del caracol. En el estuario del Tajo crecen algunas de las mejores ganaderías taurinas, el caballo portugués reina tanto en plazas españolas como en el circuito de la hípica y la doma y sus rejoneadores han estado siempre en primera fila, como la saga de los Moura. En las últimas temporadas, además se percibe un resurgimiento de jóvenes toreros portugueses a pie y más espectadores de este estilo de tauromaquia.
Morante de la Puebla y Hermoso de Mendoza son las figuras españolas en la plaza lisboeta de Campo Pequeno, la mayor del país, aunque el espectáculo más popular siga siendo el de los forcados. Practicada siempre por aficionados, la suerte de los forcados consiste en coger al toro por los cuernos, más exactamente por el testuz, a cuerpo limpio. A menudo, en el primer intento, salen por los aires con algún miembro dislocado y moratones asegurados. La fiesta está muy arraigada en los pueblos, a menudo regidos por partidos de izquierda, desde la Gran Lisboa hasta las Azores. Excepcionalmente, apelando a la tradición, en un par de localidades se permite la muerte del toro en la plaza. Los intentos de ampliar esas excepciones, sin embargo, no han sido autorizados. Las tradiciones en Portugal son difíciles de cambiar y si desaparecen son por muerte natural.
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