¿Se acerca el fin de la madrugada europea?
El presidente del Consejo Europeo pide acabar con las cumbres que se prolongan por la noche
Pocas cosas hay en Bruselas tan poco europeas como los horarios de las cumbres europeas. Los jefes de Estado y de Gobierno se congregan al menos una vez cada tres meses en la capital belga para hablar de las claves de la Unión. Las reuniones empiezan oficialmente un jueves a las cuatro o las cinco de la tarde, pero pocas veces se entra en materia antes de las siete. Ese arranque tan tardío explica las largas madrugadas de Bruselas, donde un grupo de líderes extenuados acaban decidiendo el destino del proyecto comunitario. Y a la mañana siguiente les aguarda otra jornada.
Después de sufrir esta liturgia como primer ministro polaco, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se propuso reformar la dinámica de las cumbres al acceder al cargo. La primera idea, reducir las reuniones a un solo día, no prosperó. Pero Tusk sigue decidido a erradicar esas rutinas tan mediterráneas y ha presentado un segundo esquema a los gobernantes.
Consiste en empezar la discusión el jueves a las 12.30, eliminar la foto de familia para ganar tiempo y concluir la jornada sobre las 18.00. Así se pueden celebrar conferencias de prensa a horarios civilizados y, si es necesario, reanudar la cumbre al día siguiente, a las 9.00 en lugar de las 10.00.
Lejos de suscitar entusiasmo, la iniciativa dejó entre fríos y escépticos a los jefes de Estado y de Gobierno en la última cumbre. La mayoría de ellos (incluidos los dirigentes de Alemania, Francia, Reino Unido y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker) consideraron poco realista pensar en finiquitar la primera sesión a media tarde. Otros defendieron la importancia de mantener la cena, un espacio más distendido —y propicio para los debates sin corsés— que las sesiones formales.
La propuesta definitiva está previsto que llegue el próximo mes de diciembre. Pero las primeras reacciones nacionales indican que harán falta más de dos asaltos para desterrar las muy arraigadas madrugadas europeas.
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