Colombia, en territorio guerrillero
LE PREGUNTÉ cuál era la política de las FARC con respecto al romance. Enumeró una vertiginosa cantidad de métodos anticonceptivos, entre los que estaban los condones que se les distribuye semanalmente a todas las muchachas. Me dijo que las guerrilleras están en libertad de establecer una relación con quienes prefieran. Sin embargo, no pude dejar de preguntarme cómo haría sus elecciones la pequeña Claudia, tan evidentemente necesitada de atención y de afecto físico. ¿Y qué ocurría si se embarazaba, a pesar de los dispositivos intrauterinos, las pastillas, los parches, los diafragmas, los condones y las jaleas? Nora respondió con orgullo que ella misma tiene una hija de 14 años. Como todos los hijos de guerrilleros, la llevaron a vivir con sus abuelos poco después de nacer. Nora se mantiene en contacto con su hija, en la medida de lo posible. Le comenté que me resultaba difícil entender por qué alguien querría escoger una vida así. Me respondió algo que escucharía con bastante frecuencia en San Vicente, y lo mismo que me habían dicho años atrás los guerrilleros en Casa Verde, casi palabra por palabra: “Es que toca luchar contra tanta injusticia que hay en Colombia”.
Como todos los hijos de guerrilleros, la llevaron a vivir con sus abuelos poco después de nacer.
Existe evidencia considerable de que no todas las tropas de las FARC, en especial los muchachos, son voluntarios. Los que se han fugado de la guerrilla afirman que ingresaron en las fuerzas insurgentes bajo amenaza de que si no castigarían a sus familias. En otros casos, dicen que sus propios familiares les ofrecieron a las FARC como pago por los impuestos que no pudieron liquidar sobre sus cosechas, de coca o de otro producto. De cualquier forma, desde el punto de vista de las FARC, parece lógico reclutar a los más jóvenes: son maleables y lo suficientemente fuertes como para sobrevivir a las exigencias que deben soportar. Aunque a últimas fechas ha habido protestas, tanto en Colombia como en el extranjero, sobre el ejército adolescente de las FARC, y aunque la guerrilla está ansiosa por pulir su imagen internacional, Manuel Marulanda en persona sofocó cualquier discusión sobre la posibilidad de aumentar a 18 años la edad en que se recluta a los guerrilleros.
En enero pasado, en una de sus rarísimas apariciones en público. Marulanda declaró que en breve las FARC le cobrarían a la prensa las ¿deuditas? que tiene pendientes con la organización, y también que la edad de leva seguiría siendo los 15 años, “porque nosotros tenemos una norma que dice que recluíamos de la edad de 15 en adelante”, dijo. Después de todo, hasta hace poco el reclutamiento forzado de los adolescentes era la forma en que el Gobierno conseguía sus tropas de combate. Sobre todo en el campo.
La noche de mi llegada a San Vicente acabé tomando jugo de guanábana en una fonda atestada y bulliciosa, y hablando de derechos humanos con uno de los principales dirigentes de las FARC. Quería saber de los secuestros, ya que Colombia tiene el índice de raptos más elevado del mundo: ocho al día en 1999. Junto con otro grupo insurgente rival –el Ejército de Liberación Nacional (ELN)–, las FARC son responsables de la gran mayoría. Casi todos los recursos para la guerra provienen de las ganancias que le da a la guerrilla la protección al cultivo de coca; otra parte es producto de los secuestros y del boleteo, el dinero que se les cobra a los que prefieren evitarlo. Para la guerrilla, que se considera legítima autoridad en las áreas que controla militarmente, el dinero de los rescates y de las extorsiones no es más que un impuesto. Antes y después de la reciente aprobación por el Senado de Estados Unidos del plan Colombia – un paquete de ayuda militar de 1.300 millones de dólares para el país–, el índice de secuestros se ha disparado.
Casi todos los recursos para la guerra proceden de la protección al cultivo de coca y de los secuestros.
Hay que decir a favor del portavoz de las FARC que cuando abordé este tema, que supuse resultaría explosivo, no se ofuscó, ni evadió las preguntas, ni dio respuestas indirectas, excepto cuando me corrigió al principio: “No les digas secuestros. Nosotros les decimos retenciones”. (Días más tarde me tocaría hablar con Rosa, una mujer que tiene vínculos muy estrechos con el alto mando de las Autodefensas Unidas de Colombia, las tropas paramilitares de extrema derecha que atacan a los civiles en las zonas rurales que apoyan a la guerrilla. Rosa me hizo una objeción parecida cuando le pregunté sobre estas masacres de civiles: “No les digas masacres. Nosotros las llamamos objetivos militares múltiples”. El portavoz de las FARC continuó: “Los secuestros son una violación a los derechos humanos; las retenciones. no. Cuando la gente no le paga impuestos al Gobierno, se la llevan a la cárcel. Como nosotros no tenemos cárceles, nos la llevamos por ahí... O pagan por las buenas o por las malas. Mucha gente paga sin problemas. Viene y dice: a ver, ¿cómo es la cuestión? Otros envían el dinero sin que se lo mandemos cobrar siquiera”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.