El eco del golpe turco llega a los colegios holandeses
Seiscientos menores de ese origen abandonan escuelas por considerarlas afines a Fetulá Gülen
El curso escolar empezó en Holanda a finales de agosto, pero hasta septiembre no se ha percibido con claridad el eco del fallido golpe de Estado turco del pasado julio. La comunidad local suma unas 500.000 personas, y cerca de 600 menores de dicho origen han sido sacados por sus padres de las nueve escuelas donde estudiaban por considerarlas afines al movimiento encabezado por Fetulá Gülen, el imán exiliado en Estados Unidos. Señalado por el Gobierno de Ankara como instigador de la asonada, para las familias en cuestión es un apestado, aunque ellos residan en otro país. La situación ha llegado a ser tan tensa que uno de los centros ha ganado una demanda contra cuatro padres que lo habían calificado de “terrorista y traidor a la patria”. Los jueces de la localidad de Haarlem han ordenado el cese de las hostilidades paternas, recogidas en sendos whatsap. De persistir, les será impuesta una multa de 1.000 euros por cada mensaje insultante. El fallo es relevante porque en otras escuelas circulan listas de “alumnos errados”, es decir, supuestamente cercanos a la filosofía del líder religioso repudiado por el presidente turco, Erdogan. Pero las hostilidades no se circunscriben a la educación. En los últimos días, Ankara ha anunciado la apertura de una investigación para averiguar la identidad de los seguidores de Gülen en Holanda. En declaraciones al rotativo De Telegraaf,los abogados turcos han asegurado que antes de fin de año podrán “demostrar que el grupo proscrito actúa como una mafia”. Por su parte, los partidarios holandeses del clérigo denuncian amenazas y asaltos, y han acusado a las autoridades turcas de “caza de brujas a distancia”.
Al nerviosismo, que en algunas familias ha derivado en auténticas peleas, se ha sumado en los últimos días el veto a Joost Lagendijk, escritor y antiguo europarlamentario ecologista holandés. Residente en Estambul y casado con una periodista turca, impartía clases en la Universidad Suleyman Shah, una de las 15 cerradas por el régimen por sus presuntos lazos con los golpistas. Despedido, necesita ahora un visado para poder entrar en Turquía.
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