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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

“Desde Moscú a Bilbao, vengo por toda la orilla...”

La incursión de dos superbombarderos rusos revela el peligroso juego del gato y el ratón que se libra en el cielo de Europa

Jorge Marirrodriga
Los bombarderos rusos, fotografiados desde un caza francés, durante la incursión de septiembre.
Los bombarderos rusos, fotografiados desde un caza francés, durante la incursión de septiembre. HO (AFP)

Seamos sinceros. Ciertos pensamientos son inevitables tras conocer que dos superbombarderos rusos bordearon a finales de septiembre la orilla occidental de Europa desatando la alarma de los centros de control aéreo de varios países y de la misma OTAN para terminar dando media vuelta al llegar a la altura de... Bilbao. Que si en realidad querían ver el arco de San Mamés en Lezama, que si fueron informados de que en Bilbao lo correcto es la cuadrilla y ellos solo eran dos, que si cuando se dieron cuenta de las maniobras que hay que hacer para aterrizar en el aeropuerto de Loiu se sintieron más seguros volviendo al Ártico ruso o que si por radio los rusos se limitaban a silbar el “desde Santurce a Bilbao”. Ni guerra fría, ni caliente; llegar hasta Bilbao y darse media vuelta es imperdonable. Bromas aparte (la última frase no lo es, quede claro), este episodio debería servirnos para ser conscientes de unos constantes y peligrosos juegos de guerra que se desarrollan en los cielos de Europa desde hace por lo menos dos años. En cualquier momento pueden convertirse en el detonante de un enfrentamiento que ahora mismo ni imaginamos.

Tomemos como ejemplo el caso de los bombarderos que fueron a ver el Guggenheim desde otra perspectiva. Dos Túpolev 160, bombarderos estratégicos supersónicos con capacidad para llevar 25 misiles de largo alcance, despegaron desde algún lugar de Rusia. Se trata de los aviones más potentes del mundo y en algún momento aparecieron en el norte de la costa de Noruega y en los radares de la OTAN. Los noruegos despacharon dos cazas para acompañar a los Tu-160 donde quiera que fueran, estos bordearon Reino Unido, Irlanda, Francia y llegaron hasta España. A medida que avanzaban, aviones de combate de cada país visitado se relevaban en la escolta. Centros de datos, analistas, comandos centrales, pilotos, bases aéreas, responsables militares y civiles... literalmente miles de personas en tensión durante las larguísimas horas en que los aparatos rusos bordeaban cuidadosamente los espacios aéreos poniendo rumbo sur. Y aunque no fuera a pasar nada, el trabajo de todos ellos es estar preparados como si efectivamente fuera a pasar algo. Y en el lado ruso igual. “No vamos a disparar, pero tenemos que estar preparados por si ellos lo hacen”.

Lo peor es que no es una anécdota. En febrero de este año ya hubo una excursión parecida hasta Francia. Las escaramuzas sobre el Báltico tienen una frecuencia más que semanal. A veces, como sucedió en marzo de 2014, aviones civiles se encuentran en rumbo de colisión con aviones militares rusos que no habían revelado su posición. Otras, cazas rusos efectúan pasadas sobre buques de la OTAN, incluyendo portaaviones estadounidenses. A su vez, los rusos denuncian similares maniobras peligrosas y agresivas de la OTAN. Es un peligroso juego.

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La tensión militar ha ido creciendo en el flanco este de la OTAN sin que las sociedades occidentales se hayan percatado de ello. Pero es un problema urgente, porque la presión en aumento siempre deriva en explosión. La diplomacia debe actuar ya. Y unos txikitos para los rusos.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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