La mujer que hace posible el bar más mítico de Malasaña
Loli es la otra dueña del Palentino, uno de los locales más conocidos de Madrid y por el que han pasado desde Esperanza Aguirre hasta Alex de la Iglesia. Es la que se encarga de su cara menos conocida: la de ponerle un café durante el día la clientela más variopinta
Hay una esquina en la calle Pez donde has estado, donde hemos estado, donde todo malasañero que se precie ha estado: El Palentino. Para alguien que no conoce lo que significa este bar para los madrileños lo verá como un sitio desfasado, anticuado e incluso poco decente, pero para aquellos que saben entender su valor sentimental dentro del contexto de la nocturnidad madrileña es el jefe de todo esto.
Pero hay otra cara de la moneda, la versión del Palentino cuando amanece, cuando el baño deja de estar infestado de almas de la nocturnidad, cuando su fachada no echa de menos a los fumadores empedernidos y las calles solo son un silencioso testimonio de lo que pasó a oscuras el día anterior. Cafés con leche, croissants a la plancha y aperitivos con vinos, cañas o incluso el merecido whiskito del almuerzo también son posibles a medio día y a diario. Así es como llegamos a Dolores, la mujer que está detrás de la barra cada día de 7 de la mañana a 4 de la tarde y que nunca ha sido el foco de atención de un negocio familiar que muy probablemente esté siendo regentado por su última generación.
Al contrario de lo que todo mundo piensa, Casto Herrezuelo, ese caballero que te sirve los pepitos y gin tonics nocturnos, no es el único y exclusivo dueño del Palentino, aunque sí es el que lleva más años y al que la prensa le ha regalado más alabanzas. Loli, como la llaman los amigos, no es una gran mujer detrás de un hombre, ella es la otra mitad que mantiene bombeando el corazón del Palentino y que ha sabido aprender que si sonríes te pisan y que si no eres fuerte te comen viva detrás de una barra como la de un bar como lo es el Palentino.
Señoras y señores, esta es la otra cara del bar más mítico de Malasaña:
¿Cómo empezó tu historia con el Palentino?
El bar lo abrió un señor de Palencia y luego se lo cogió mi suegro y su hermano. Fallece mi suegro en el 77 y pasa a Casto y Moisés, sus hijos. Al fallecer Moisés –mi marido-, como esto es una comunidad de bienes, me dicen que tengo que hacerme cargo de mi parte. Fue así como empecé a trabajar en el horario de mañana.
¿O sea que para ti es como un horario de oficina venir de 7 a 16h?
Sí, menuda oficina (ríe).
"Un café grande vale 1,10 euros, el pequeño uno , las cañas 1,10 y las copas tres... es eso lo que nos ha hecho populares"
¿Cómo fue el cambio de pasar de ama de casa a encargada del Palentino?
Fue duro pero me adapté, soy como un Blandiblu para estas cosas. También tengo un carácter fuerte y digo las cosas como son y como me salen. No disfrazo nada ni a nadie; no tiene que ver si es una persona joven o mayor. Soy poco diplomática. Yo no era así pero he ido espabilando en el bar. Date cuenta que viene gente de todo tipo y tengo que aprender a torear a todo el mundo.
¿Ha cambiado mucho el Palentino desde que falleció tu marido y tomaste tú las riendas?
Sobre el Palentino cada uno escribe lo que quiere y lo que ha vivido. Todos piensan que Casto es el dueño porque todos vienen de noche pero hay otra cara del Palentino. La juventud no conoció a mi marido porque cuando él estaba era otro sistema. En esa época era siempre la misma gente y los mismo clientes los que venían. Cuando enfermó, Casto entró por la noche y yo por la mañana y fue cuando empezó a venir la juventud atraída las copas baratas. Con tanto bullicio la clientela fija dejó de venir. Por eso solo la gente “antigua” es la única que menciona a mi marido, los demás ni se acuerdan de él.
¿Cómo se te da atender a aquellos que vienen de after?
Había un grupo que siempre me esperaba a las 6:30 de la mañana, pero un día hubo un problema. ¿Entre ellos, eh? Conmigo no, que siempre me han respetado. Se pelearon dentro e hicieron un escándalo y les dije que nunca más. Me dieron la lata una temporada para que les dejara entrar. Se tiraban hasta las 11 de la mañana o así y siempre pagaban, pero desde el día del lío corté con ellos. Ahora vienen de vez en cuando alguno me dice que si puede pasar le digo que “me lo prohíbe el Ayuntamiento”, así me aseguro de que no me la van a liar por decirles que no (ríe).
¿Qué te parece que el Palentino sea una eminencia dentro de Malasaña y Madrid?
Es que no me he dado cuenta. Lo leo por ahí pero no es algo de lo que sea consciente. Creo que si lo somos es más que nada por los precios. Un café grande vale 1,10 euros, el pequeño uno , las cañas 1,10 y las copas tres... es eso lo que nos ha hecho populares.
"Había un grupo que siempre me esperaba a las 6:30 de la mañana, pero un día hubo un problema. ¿Entre ellos, eh? Conmigo no, que siempre me han respetado."
¿Cómo hacéis para mantener los precios tan bajos?
Eso es tema de Casto. Yo le digo que habría que subirlos porque todo sube. Si el tabaco sube y el alcohol sube tendríamos que subirlos nosotros también.
Corría el rumor de que el Palentino iba a cerrar por ser parte de los locales de la renta antigua… ¿qué paso al final?
Esto es propiedad. Esto nunca lo iban a cerrar, lo publicaron y se creó la leyenda de que nos íbamos pero no es renta antigua, es propiedad. Así que aquí estamos. Todos venían y decían: “las últimas cañas en el Palentino”. Y pues no, no es cierto. Se cerrará no lo discuto, porque Casto fíjate, ya tiene 78 años y yo 65. Yo no sé si me jubilaré porque aquí me entretengo, pero tengo las piernas muy mal ya. Ya me canso y quiero vivir la vida.
¿Dónde te tomas tú las cañas?
En ningún sitio. No te miento, no soy de bares. Salgo de aquí y para casa. Me quedé viuda joven (54 años) y me he acostumbrado a estar sola porque mis hijos tienen su vida. Me voy con mi perrita a pasear por el barrio y ya está.
¿Os llueven ofertas de gente que quiere quedarse con el bar?
A mí en metálico no. Pero lo de decirme que “si algún día lo vendéis yo lo compro”, mucho.
¿Os gustaría que siguiese con el Palentino después de que os vayáis?
¿Y quién lo va a llevar como nosotros? Si el Palentino somos los que estamos dentro. No sé si me daría pena que lo transformaran en algo diferente cuando ya no estemos. Pero vivo justo enfrente así que seguramente me daría pena pensar en todo… en mi marido, mis hijos, mis cuñados, en que ya no están y en que todo ha desaparecido.
¿Quiénes han sido los clientes que más ilusión te ha hecho que vengan a el Palentino?
¡Uy ha entrado mucha gente aquí! Mira, la última que te puedo contar fue Esperanza Aguirre, que estaba pasando por aquí porque iba a la iglesia con su perro. La saludé y le pregunté por los nietos. Estaban unos chavales sentados en una de las mesas del bar y me dijeron “¿Qué? ¿Tu hablas con esa gente?” Y les dije: “Yo no tengo ningún problema, yo hablo con todo el mundo”. Y me contestaron: “Pues si hablas con esa gente no venimos más al Palentino”. Y les dije “Pues vale”. ¿Que quieres que te diga?, hablo con todo el mundo. A Eva Hache, Torrente -como le llamo yo-, Andrés Calamaro, Alex de la Iglesia…. A ellos los veo todos los día, son familia para mí. ¿Pero sabes quién me ha impactado de verdad? Esta periodista que sale en la 1, que es de deportes…. ¡Olga Viza! Es que es igual a como sale en la tele. Me ha impactado, majísima y educadísima. Encantadora de la vida. Y el hijo de Andrés Caparrós. Hablas con ellos normales, con otra gente lo siento pero no es así.
¿Quién va a seguir el legado del Palentino?
Yo tengo tres hijos y Casto tiene tres, pero ni mis hijos tienen intención de quedarse con el bar ni los de Casto.
“¡Me lo quedo yo!”. Exclama una clienta mientras deja su café para acercarse a la máquina de tabaco. “Yo quiero ser la heredera”, dice. Pues si lo quiere, tendrá que ponerse a la cola…
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