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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nombramiento disparatado

España debe estar representada con profesionalidad y ejemplaridad si quiere desmarcarse de la sombra de la corrupción

José Manuel Soria.
José Manuel Soria.PEDRO ARMESTRE (AFP)

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El viernes por la noche, minutos después de fracasar el voto de investidura de Mariano Rajoy, el Gobierno hizo pública la designación de José Manuel Soria como candidato a director ejecutivo del Banco Mundial. Se trata de una acción que contradice sus compromisos de regeneración y que prueba su nula sensibilidad en temas relacionados con la ética política. Soria, que tuvo que dejar la cartera de Industria tras verse salpicado por los papeles de Panamá, es la peor tarjeta de presentación de un Gobierno y de un partido que quieren convencer a los españoles y a la comunidad internacional de que hay un punto de inflexión en su lucha contra la corrupción.

Mientras con una mano Rajoy aceptó las condiciones de Albert Rivera, incluido un “endurecimiento del régimen de incompatibilidades tras su cese” y una exclusión de los imputados por corrupción, con la otra estaba preparando el destino de un exministro que, si bien no está encausado, se vio obligado a dimitir después de las incoherencias que demostró tras aparecer en los papeles de Panamá. Las razones que sirvieron para desalojarle hace cinco meses están vigentes. El PP ha hecho además algo a lo que nos tiene por desgracia acostumbrados: justificar su decisión como si le sobraran razones obvias y el cuestionamiento fuera exótico o malintencionado.

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Hubo un momento en que España estaba dignamente representada en los foros internacionales, pero la decadencia que empezó con el plantón de Rodrigo Rato al FMI o la tardanza de Magdalena Álvarez en abandonar el BEI tras verse salpicada por el caso ERE no se enmienda con un exministro manchado por los papeles de Panamá. España debe recuperar la presencia que merece, más aún en este momento de debilidad ahondada por la ausencia internacional de Rajoy. Y debe estar representada con profesionalidad y ejemplaridad si quiere desmarcarse de la sombra de la corrupción que con razón nos persigue.

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