El hombre que domesticaba montañas
Danilson Pereira posa en su casa con sus últimos trofeos y medallas. / J.N.
“Cuando nació era poquita cosa, parecía sietemesino, pero lo alimenté con gofio (harina de maíz) y mantequilla de vaca y aquí está, hecho todo un hombre”. Danilson sonríe. Su madre, Fátima, una de esas mujeres de campo de edad insondable le ha tomado la delantera en la entrevista y él la hace callar con un gesto cariñoso. Cae la noche sobre Achada Lem, un pueblito del interior de Santiago, en el archipiélago africano de Cabo Verde. La modesta casa, apenas un par de cuartos de bloques sin encalar, se asoma a un impresionante barranco salpicado de tierras de cultivo y estrechos caminos de tierra. En el interior, en la sala principal, donde está la cama que comparte con su mujer Artemisa y sus dos hijas, hay una estantería llena de trofeos y medallas que acreditan que a él, al carpintero e hijo de agricultores Danilson Pereira, no hay montaña que se le resista.
Como cualquier niño de esta zona rural, en el centro de la montañosa isla de Santiago, Danilson tuvo que compaginar el colegio con las tareas que le encomendaba su familia. Trabajo campestre, ayudar a Fátima en casa, hacer recados, cuidar de los animales. Ladera arriba, ladera abajo. “Muchas veces iba corriendo, no es que tuviera prisa, lo hacía por el gusto de correr”, asegura. Tras la escuela vino el instituto y luego el trabajo en una carpintería de la ciudad de Asomada, interrumpido por la llamada al Servicio Militar. Lo destinaron a la isla de Sao Vicente, donde, por primera vez, se dio cuenta de que correr podía ser algo más que un juego. “No tenía ni idea de nada, desconocía mi potencial. Pero hubo una competición militar y quedé primero”.
Carrera en Cabo Verde, cerca de Pedra Badejo. / J.N.
Durante diez años, Danilson corrió y corrió. Se entrenaba en las montañas de su infancia, por pistas de tierra y caminos perdidos. Subía y bajaba. Se presentó a cientos de pruebas de trail running, un deporte que se ha puesto muy de moda y que consiste en correr fuera de pista, normalmente por caminos de tierra y senderos y en orografías escarpadas, y lo ganó casi todo en Cabo Verde. Hasta que en julio de 2014 Orlandinho Mascarenhas, dinamizador del deporte caboverdiano, un apasionado de su trabajo, se cruzó en su vida. En la isla canaria de Lanzarote se celebraba la Tinajo X Race y en Cabo Verde había un grupo de corredores preparados para dar el salto internacional. Le preguntaron a Orlandinho por varios de ellos y él contestó “yo, quien quiero vaya, es ese chico de Asomada que corre como un gato”.
Dicho y hecho. Danilson se presentó en Canarias con unas zapatillas rosas prácticamente destrozadas y la organización decidió regalarles unas nuevas. La carrera empezó bien para él, se puso en primer lugar enseguida hasta el punto que le apodaron “la liebre”. Sin embargo, corrió con tanto ímpetu que acabó desfondado y le superó en línea de meta su compatriota Adilson Fortes. La dictadura caboverdiana en la prueba impresionó al público y desde entonces tienen las puertas abiertas en las pruebas que se celebran en Canarias, consideradas de alto nivel internacional. Danilson aprendió la lección y descubrió la manera de dosificar sus fuerzas. En 2015 ganó la temible Transvulcania en la modalidad de maratón en La Palma y la Artenara Trail en Gran Canaria, entre otras, y al año siguiente repitió victoria en la Isla Bonita logrando recorrer los 45 kilómetros y 5.200 metros de desnivel acumulado en menos de cuatro horas, marcando un nuevo récord en la reconocida prueba.
Danilson, a su llegada a la meta de la Transvulcania 2016. / Dominic Dähncke/TRANSVULCANIA
“Estos corredores se han criado entre montañas, es su ambiente natural. A Danilson no hay que enseñarle la técnica de cómo bajar una pendiente corriendo, lo hace espontáneamente porque es lo que ha hecho toda su vida”, asegura Mascarenhas. Al igual que los etíopes en fondo o los jamaicanos en velocidad, los caboverdianos parecen naturalmente dotados para las carreras de montaña. Pero hace falta algo más, se necesitan medios y recursos, entrenamiento especializado, material deportivo. La participación de estos corredores en las pruebas canarias y su alto rendimiento también ha sido posible gracias al patrocinio liderado por la empresa de producción y distribución alimentaria canaria Emicela, con gran presencia en Cabo Verde, y al compromiso de su propietario, Emiliano Arencibia, por el deporte en este país. El Emicela Team Cabo Verde está integrado por unos 25 corredores, de los que unos cuatro con Danilson Silva a la cabeza están en el top y participan en pruebas internacionales.
Su progresión en los últimos dos años ha sido imparable. Castellón, Portugal o Francia han sido escenario del empuje y atrevimiento del chico de Asomada que corría como un gato. Pero Danilson Silva sigue entrenando y compitiendo cada día en su Cabo Verde natal. Hoy hay prueba con salida y final muy cerca de Pedra Badejo, en la isla de Santiago. Los corredores, cadetes, juniors y seniors, van llegando al punto de partida con la excitación de participar en un deporte que aman. Una escuela de atletismo de la Calheta de San Miguel ha venido al completo, niños y niñas con el venenillo del deporte. Para la escogida élite caboverdiana del running, comparada con las ultras o las maratones internacionales, esto es una pequeña puesta a punto de apenas 12 kilómetros, un entretenimiento de fin de semana. Pero allí están, con las mismas ganas, por el gusto de correr y seguir preparándose para nuevos retos.
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