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Porque lo digo yo
Columna
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Comedia

Adoro al actor cómico que se sacrifica y se queda dentro del tanque de agua, ahogándose, mientras todos los visitantes se descojonan. Sufre como un desgraciado para que el que se ría sea solo el que pagó por venir

AP

Hace años que no voy a una playa nudista. Antes, siempre. Comprendes las ventajas desde la primera vez que te bañas en bolas. Tu cuerpo te grita: ¿¡Pero qué hemos estado haciendo hasta ahora, nena!?

¿Por qué dejé de hacerlo?

Un señor (no lo era, era un impresentable, pero voy a concederle este título neutro para presentarlo) me dijo al salir del mar: “Hombre! Y cuánto me darían por una foto tuya ahora mismo?” Yo no estuve fina, porque las situaciones en las que hay que sacar la guionista que llevas dentro nunca acaban bien. Nunca estamos brillantes.

Por eso me dan tanta rabia las películas en las que todo el mundo es ingenioso. Veo la mano del guionista metiéndose por el culo de todos los personajes, rebaños de Woody Allens de marca blanca.

Cuando te dejan no estás ingenioso. Estás dolido, furioso, enfermo de pena. Y solo balbuceas y lloras hasta quedarte dormido. Si alguien te deja con un chiste, tienes autoridad moral para dispararle con una escopeta.

Me gusta la comedia porque en ella hay dosis atroces de dolor. Cuando solo te ríes, que es muy lícito (no demonizo la risa porque sí, adoro la carcajada resorte de un buen pedo a tiempo. Persona seria más pedo igual a risa. Matemáticas de la vida). Pero hablo de comedia.

Veo a muchos actores hacer como que les pasan las cosas PORQUE ES COMEDIA. Narradores ajenos a la acción, sobrevuelan las situaciones emocionalmente sin llenarse de mierda; describen con mucha pericia su color y textura usando chistes agudísimos. Enhorabuena, genios. No os pasaba nada.

Adoro al actor cómico que se sacrifica y se queda dentro del tanque de agua, ahogándose, mientras todos los visitantes se descojonan. Sufre como un desgraciado para que el que se ría sea solo el que pagó por venir.

Su mujer (la del impresentable/señor) estaba al lado en bolas con su puerta de embarque al sol, y fantaseo con haberle dicho: “Seguramente menos del doble de lo que pagan por una foto de tu señora en una web porno ahora mismo. Hazle dos a ella y sales ganando, anormal”.

Eso nunca pasó. Sonreí, me tropecé un poco y le dije algo como: mñie. Y me puse el bikini. Para siempre. En comedia

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