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CLAVES
Columna
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‘Antiestablishment’

Ya no vende ser un político tradicional. Lo que se lleva es el antiintelectualismo

Máriam Martínez-Bascuñán
Emmanuel Macron el pasado 25 de agosto durante una visita a la ciudad francesa de Colmar.
Emmanuel Macron el pasado 25 de agosto durante una visita a la ciudad francesa de Colmar.SEBASTIEN BOZON (AFP)

Ser antisistema se ha puesto de moda en la clase política. Alterar “el orden establecido” y luchar “contra los de arriba” fue parte de la retórica de la que se ha valido Emmanuel Macron para lanzar su candidatura a las elecciones presidenciales francesas de 2017. Hasta aquí nada que objetar, pero resulta que quien se presenta como paladín del hombre antisistema es el actual ministro de Economía francés y en su día estuvo implicado hasta los tuétanos en el sistema financiero. El que se vea obligado a recurrir a esta estrategia discursiva dice bastante del momento político que vivimos.

La paradoja es que para afianzarte en la clase política tengas que presentarte como “antipolítico”. El fenómeno Trump es un buen ejemplo de esto, aunque ya lo hicieran otros como Berlusconi o Grillo. El caso de Macron, hombre de partido con trayectoria de largo recorrido, no es una muestra aislada. Boris Johnson, Marine Le Pen o el mismo Corbyn son personas que aparecen ante su electorado como políticos antiestablishment y, sin embargo, llevan buena parte de sus vidas establecidos en la clase política.

Todos ellos saben que ya no vende ser un político tradicional. Lo que se lleva es el antiintelectualismo: hablar “como el pueblo” porque lo que prima es identificarse con él. Por eso el antipolítico desprecia la inteligencia y sofisticación de los líderes tradicionales, como hace Trump con Obama o la misma Le Pen. Después, para barrer a “los de siempre” buscan suplir la lucha política auténtica detrás de un discurso moralizante en el que lo político se diluye detrás de supuestas verdades morales superiores que ellos encarnan.

Todo esto nos devuelve al problema que sufren nuestras democracias: erosión de la confianza pública y crisis de legitimidad del sistema. Este mensaje fue captado pronto por candidatos de corte populista. La tentación de adoptar ese perfil no parece ya, sin embargo, algo que estos tengan en exclusiva. Para ganar credibilidad, los políticos piensan que han de presentarse como gente que viene de extramuros del sistema. Sólo así pueden crear la ficción de que “otra política” es posible. La ironía es que enfrentar el populismo con técnicas populistas, antes que combatirlo, lo acaba por reforzar. @MariamMartinezB

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