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Porque lo digo yo
Columna
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La madre de Lochte

¿No le basta con verle en los periódicos? No señor, ella tenía que montar el pollo

El nadador estadounidense Ryan Lochte en los Juegos de Río.
El nadador estadounidense Ryan Lochte en los Juegos de Río. Michael Sohn (AP)

Al final, se lió parda. Y eso que no quisimos levantar la liebre, porque somos buenos chicos. De pantalones chinos y camisa abotonada hasta el cuello, el uniforme del perfecto estudiante: el que se bebe hasta el agua de los floreros, pero que cuando hace falta entrena hasta caer reventado. Somos deportistas olímpicos, tiarrones de esos que se zampan una cacerola de pasta y dos pollos: el orgullo de cualquier madre. En un país en el que te rajan para quitarte unas zapatillas. Si allí eso es de lo más normal.

Hablando de madres. ¿Por qué demonios tuvo que estropearlo todo la madre de Lochte? Contar a los cuatro vientos que a su niño le habían puesto una pistola en la cabeza. ¿No le basta con verle en los periódicos? No señor, ella tenía que montar el pollo. A ver ahora cómo salimos de esta, habrá hasta que pedir perdón. A los gasolineros, al COI, al pueblo brasileño y su pajolera madre montando en bicicleta. Hasta a Caetano Veloso, al Cristo de Corcovado, y al puñetero Pedro Álvares Cabral. Señor, por un espejo roñoso y 30 pavos.

¿Que se nos fue un poco la olla? Joder, qué menos que un poco de desparrame después de ganar un oro en unos Juegos. Que son cada cuatro años. Unos cristales rotos y un par de puertas, que por cierto, estaban hechas una pena. Nada que no pase en una noche con copas. ¿O es que nadie ha visto Supersalidos? ¿O Resacón? Aquí nadie tiene ni puta idea de cine ni de fiesta y, encima, la culpa de todo la tiene de la madre de Lochte.

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