Ferragosto
El país entero sestea ajeno a lo que sus políticos dicen y hacen, que por cierto es lo que llevan tiempo haciendo: nada concreto
Pronto se cumplirán ocho meses desde que los españoles vivimos sin un Gobierno de verdad (bueno, sin un Gobierno de verdad hace ya más tiempo, pero no es cuestión de andar señalando), y lo curioso es que el país continúa su rumbo, sin timonel ni puesto de mando, solamente con el concurso de los marineros. Desde hace días, además, ni siquiera estos están en sus puestos, entregados en su mayoría al dolce far niente vacacional.
Como en el Ferragosto de aquella película de Dino Risi (La escapada en castellano, con Vittorio Gassman y Trintignant), el país entero sestea ajeno a lo que sus políticos dicen y hacen, que es lo mismo, por lo demás, que dicen y hacen desde hace ya tiempo; o sea, nada concreto. Con la particularidad de que ahora, además, sus voces suenan en sordina, apagadas por el murmullo del mar o por la brisa en los árboles de las montañas y de los pueblos del interior del país. ¿A quién le importa lo que digan Rajoy y compañía si además sus voces ya no se oyen? En las playas y en las piscinas de toda España lo que suena es la chicharra veraniega y la canción del verano, que este año, por cierto, no sé cuál es. Tengo que ponerme al día, pues tampoco se trata de convertirse uno en un tertuliano más.
Desde que comenzó el verano, lo único que les interesa a los españoles, como a los italianos de la película de Dino Risi —o de aquella otra de Gianni di Gregorio, Pranzo di Ferragosto (Vacaciones del Ferragosto), que transcurre también durante esa festividad de origen romano, la vieja fiesta de feriae Augusti, que celebraba el fin de las cosechas campesinas, y que lleva a la mayoría de ellos a huir de sus ciudades hacia el mar—, es la música de las verbenas y la temperatura que hará al día siguiente para saber si podrán bañarse o no. Lo demás les da lo mismo, cansados como están todos de un ejercicio político que, más que ejercicio, ha sido una tortura china, no solo por tener que votar dos veces sino por aguantar antes y después los comentarios interesados y altisonantes de nuestros políticos. El temor, además, a que esto no termine aquí hace que los españoles hayan desconectado del todo para olvidarse del mundo, incluidos los atentados yihadistas, que tampoco paran en vacaciones. Como Vittorio Gassman y Jean-Louis Trintignant —o como las ancianas que se reúnen para comer en una Roma vacía, arrasada por el Ferragosto, de la película de Di Gregorio—, lo único que la mayoría de los españoles quiere ahora es disfrutar de la vida, que para sufrir ya hay tiempo.
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