Cuando una mujer dice no, es que no
No podemos tolerar que las ciudades y los pueblos en fiestas se conviertan en un lugar de riesgo para las mujeres por el hecho de serlo
Quince hombres han sido detenidos en las Fiestas de San Fermín por agresiones sexuales, cinco de ellos por la violación colectiva de una chica de 19 años que además fue grabada en vídeo. Lo ocurrido en Pamplona ha adquirido una gran visibilidad por la proyección internacional de la fiesta, pero no es un fenómeno aislado. Es el resultado de un estereotipo machista según el cual, durante el desmadre de las fiestas todo está permitido, incluido sobrepasarse y agredir a las chicas. Situaciones parecidas se producen en muchas otras ciudades en fiestas. La desinhibición, en un contexto de desenfreno y de grandes aglomeraciones, da lugar a situaciones que acaban siendo peligrosas para las mujeres.
En España se denuncia una violación cada ocho horas, según datos del Ministerio de Interior. Entre 2009 y 2015 se han contabilizado 9.040 violaciones (solo se registran las agresiones con penetración), es decir, unas 1.300 anuales. Pero estos datos reflejan solo una pequeña parte: se estima que solo se denuncia un 10% de las agresiones que se producen. Eso significa que la mayoría de los abusos no pasan por comisaría por miedo o por vergüenza de la víctima y que la mayor parte de las agresiones de menor intensidad quedan impunes. Y un dato más, especialmente inquietante: el 8,6% de las víctimas tiene menos de 13 años y el 19% entre 14 y 17.
La respuesta no debe ser aconsejar a las chicas que eviten esos entornos festivos. No es un problema de las víctimas. Ni de las mujeres. Es un problema de la sociedad en su conjunto. Resulta perverso hacer recaer sobre las propias mujeres la responsabilidad de no ser agredidas. El aprendizaje femenino de la indefensión solo contribuye a perpetuar un estado de cosas que tiende a considerar como parte de la naturaleza masculina el que los hombres, en determinadas condiciones, impongan su dominio sexual. Pero las agresiones sexuales no son un producto de la naturaleza, sino de una cultura machista que es preciso erradicar porque implica negar a la mitad de la población su libertad. No podemos tolerar que las ciudades y los pueblos en fiestas se conviertan en un lugar de riesgo para las mujeres por el hecho de serlo. Ellas han de poder participar en los festejos con libertad y sin miedo.
Si se prolonga la percepción de impunidad, el fenómeno tenderá a crecer. Y no solo habrá agresiones en fiestas como las de San Fermín. También agresiones masivas como las que se produjeron en Nochevieja en Colonia y otras ciudades alemanas. Alemania nos muestra por dónde tiene que ir la respuesta: el Bundestag acaba de aprobar una nueva ley que tipifica como delito agravado la violación en grupo, del que se consideran responsables todos los miembros, hayan participado o no directamente en la agresión. También castiga con penas de hasta cinco años las agresiones sexuales hechas contra la voluntad de la víctima, aunque no medie violencia, y aquellas en las que se ha utilizado algún medio, como una droga, para impedir que la exprese. Es decir, una legislación destinada a hacer entender que cuando una mujer dice no, es que no, y si no pueden decir nada, también es que no.
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