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Tribuna
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Después de Obama

El presidente de Estados Unidos será recordado por salvar la economía y evitar otra Gran Depresión

Vicente Palacio
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama.JONATHAN ERNST (REUTERS)

Qué pasará con Estados Unidos y Europa después de Obama? EE UU vive en una especie de tierra de nadie: grandes transformaciones sin un suelo estable, ausencia de un proyecto claro de país. No es un declive —ahí sigue su ventaja económica, militar, tecnológica, demográfica, sus múltiples redes de influencia—, pero tampoco un auge y exceso de confianza. Obama intentó encontrar un sitio para EE UU en el siglo XXI: reparar el sistema financiero, crecer sosteniblemente, o cambiar por completo su forma de relacionarse con el mundo. Ha situado a EE UU en la dirección correcta, pero no ha obtenido ningún logro irreversible.

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Este presidente y su equipo serán recordados por salvar la economía y evitar otra Gran Depresión. EE UU crece en torno al 3% y el desempleo ha caído por debajo del 5%, cifras que son la envidia de Europa. Despuntan la robótica, la aeronáutica o los empleos verdes, pero muchos de los nuevos empleos son precarios y las viejas infraestructuras pesan como una losa. La reforma de Wall Street nunca se culminó con los bancos demasiado grandes o los derivados de alto riesgo.

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La agridulce gestión económica se ha traducido en frustración social. Los Bernanke o los Geithner perdieron la política, y la mayoría Demócrata en el Congreso se esfumó en las elecciones midterm de noviembre de 2010. Desde entonces millones de perdedores blancos se mueven sin rumbo entre mensajes extremos. La Gran Recesión dio paso a la Gran Desigualdad. Es el 1% que acapara el 40% de la riqueza frente al 99%, en un país con las mayores diferencias en rentas salariales de la OCDE y grandes brechas territoriales. Es la exclusión de latinos, negros o estudiantes millennia endeudados. Todo ello, en medio de la sangría cotidiana de las armas de fuego. Aunque Obama luchó contra todo eso, su único gran éxito fue introducir una cobertura sanitaria universal.

La Gran Polarización social ha agravado el deterioro institucional. El bloqueo republicano de las reformas —migratoria, sanitaria, financiera, educativa— llevó a Obama a hacer un uso agresivo de sus poderes ejecutivos. El descrédito del sistema alcanzó al Tribunal Supremo, cuyo fallo del Citizens United abrió las puertas al dinero ilimitado para las campañas y a los SuperPAC. En la próxima legislatura, el perfil ideológico del nuevo juez del Supremo —pendiente de nombramiento— marcará la dirección en asuntos críticos: modelo energético, grandes corporaciones, armas, aborto, drogas o matrimonio homosexual.

El bloqueo republicano de las reformas —migratoria, sanitaria, financiera, educativa— llevó a Obama a hacer un uso agresivo de sus poderes ejecutivos

Estas enormes corrientes domésticas han terminado invadiendo una esfera reservada al establishment: la política exterior. Obama ha comprendido hasta qué punto el liderazgo norteamericano necesita transformarse. A pesar de los errores, su Administración buscó una vía pragmática y multilateral en medio de turbulencias regionales y vacíos de poder en Egipto, Libia, Siria, Ucrania, el mar meridional de China, o Venezuela; también abrió nuevas oportunidades con Irán y Cuba. Sin embargo, los megatratados comerciales con el Pacífico y Europa —TPP y TTIP— han tenido un efecto boomerang en un momento de profunda crisis social, despertando al fantasma del nacionalismo económico del make America Great again.

Europa, ensimismada en sus crisis del euro o de los refugiados, no ha reparado lo suficiente en cuánto ha cambiado EE UU, y hasta qué punto estamos viviendo vidas paralelas. Obama, quizá el presidente de valores más europeos, no ha comprendido la UE. La crisis del euro pudo ser una ocasión para sellar otra alianza histórica similar a la del siglo XX; pero ha faltado un gran proyecto político. Los europeos han sido poco más que unos socios de la OTAN o la suma de Berlín, París y Londres. Y el interlocutor, la canciller alemana Merkel, precisamente quien impuso una letal austeridad. La UE tampoco ha estado a la altura y ahora tiene que curarse las heridas del Brexit: ¿se hará cargo Washington de recomponer una visión transatlántica común? La UE —y España también— solo podrán evitar la irrelevancia si se hacen valer frente a su socio retomando la iniciativa.

En La democracia en América, Alexis de Tocqueville atribuyó a los norteamericanos la “facultad de cometer faltas reparables”. Europa y EE UU deben reflexionar sobre las grandes reformas políticas que necesitamos; repensar la globalización, las raíces de nuestra desorientación, la tierra de nadie que compartimos.

Vicente Palacio es autor de Después de Obama: Estados Unidos en tierra de nadie (La Catarata, 2016) y director del Observatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas.

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