Yo, a lo mío
Los millones de refugiados, la inestabilidad moral, económica y política que se ha instalado como forma sustancial de nuestra vida hace que incluso entre gente de derechas se oiga la consigna: yo, a lo mío


¿Sabes lo que te digo? Que a partir de ahora yo, a lo mío, esta es la fórmula de salvación casera que empieza a expandirse entre muchos ciudadanos desmoralizados. El resultado de las elecciones generales ha proporcionado material suficiente a las formaciones de izquierdas para alimentar su pesimismo antropológico y ha exacerbado aún más su afán autodestructivo. Los jóvenes radicales esperaban que las urnas iban a revalidar su entusiasmo feliz. Creían que unos líderes carismáticos estaban listos para acabar con la pocilga de la corrupción del Partido Popular y relevar a la vieja política anquilosada. Ante la gresca interna que ha generado la evidente e inexplicable derrota de sus vanos sueños, muchos de sus seguidores han iniciado la retirada a los cuarteles de invierno. A partir de ahora yo, a lo mío, dicen. Los simpatizantes socialistas que hicieron de tripas corazón para seguir votando al partido, comprueban ahora que en su seno han vuelto las luchas fratricidas contra su líder, pese a haber logrado salvar los peores vaticinios. ¿Sabes lo que te digo? Que a partir de ahora yo, a lo mío, repiten ya hartos muchos militantes. El descalabro de la Bolsa, los augurios siniestros de los apocalípticos sobre el futuro de Europa, los atentados terroristas, los millones de refugiados, la inestabilidad moral, económica y política que se ha instalado como forma sustancial de nuestra vida hace que incluso entre gente de derechas se oiga la consigna: yo, a lo mío. En efecto, frente a cualquier desastre planetario siempre hay un remedio casero, una forma de salvación personal. En el fondo lo mío consiste en recuperar la individualidad. No se trata de ninguna renuncia o fuga por la puerta de atrás, sino de ponerse a cubierto para que nadie destruya lo más limpio y firme que a uno le queda para sobrevivir con cierta dignidad.
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