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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

La Pregunta del Millón: ¿En dónde vivirán los futuros habitantes de las ciudades?

Por Alejandro López-Lamia*

La futurología urbana se parece cada vez más a una opaca bola de cristal. Sabemos que las ciudades seguirán creciendo sin pausa en las próximas décadas. En un planeta abarrotado, donde según las Naciones Unidas los residentes urbanos llegarían a los 6.400 millones hacia el año 2050, una de las preguntas más inquietantes es: ¿En dónde vivirán los futuros habitantes de las ciudades? Sabemos también que existirán menos terrenos urbanizables, un mayor número de personas buscando oportunidades en las urbes para mejorar sus condiciones de vida y un déficit habitacional que no dará treguas frente al incremento poblacional, a menos que se materialice un cambio sustancial, tanto en aspectos tecnológico-constructivos, como culturales, económicos y regulatorios.

Para muchas familias la residencia ideal sigue siendo una casa o apartamento edificado con materiales sólidos, mucha luz natural, techos altos, una importante sala comedor y cocina, varias habitaciones, con un amplio garaje y bodega, seguridad privada y vastos espacios verdes. Este imaginario se vincula a contextos demográficos, socioculturales y económico-financieros que mutarán hacia mediados de siglo. Con una esperanza de vida alrededor de los 80 años y la transformación de los valores familiares tradicionales, los jóvenes preferirán permanecer solteros por más tiempo, tener hijos después e invertir más en sus prioridades personales que en propiedades familiares, algo que ya está ocurriendo.

Se estima también que entre los 40 y 50 años de edad, la tasa de divorcios seguirá siendo significativa, lo que llevará a la conformación de nuevas familias, más pequeñas, derivadas de segundas o terceras nupcias. Por otra parte, la cantidad de adultos mayores continuará acrecentándose en casi todos los países. Esto implicará afrontar necesidades habitacionales y proveer servicios especiales para este importante sector social, al que con suerte, nos incorporaremos indefectiblemente tarde o temprano.

Un supuesto, obvio, es que las familias futuras tendrán que ajustar sus pretensiones a espacios mucho más exiguos, con entornos de alta densidad humana. Las zonas centrales o aquellas mal utilizadas serán apetecibles para rehabilitación, donde se combinarán usos residenciales con áreas de negocios, oficinas y esparcimiento. En superficies superpobladas, la mira estará también en reclamar pedazos de las riberas marinas. Además, tal como hoy sucede en Tokio, Shanghai o Seúl, para alcanzar mayores grados de eficiencia, la construcción residencial tenderá a la fabricación de unidades más chicas y micro apartamentos (entre 15 m2 y 40 m2), manufacturados modularmente, con materiales reciclables para disminuir costos, energía y la huella de carbono, junto a un mobiliario multiuso configurable por computadoras según los requerimientos de los usuarios.

De esta forma, se podría absorber a una mayor cantidad de nuevas familias, proveer un abanico de alternativas residenciales a grupos heterogéneos y alcanzar un menor impacto ambiental. En las palabras de Sarah Watson, subdirectora del Consejo Ciudadano de Vivienda y Planificación de Nueva York (CHPC, por sus siglas en inglés): “las autoridades locales tienen que ir más allá de las viejas concepciones de lo que la gente necesita y experimentar diferentes alternativas, desde la construcción de micro unidades habitacionales hasta esquemas de viviendas compartidas amparadas por ley. Actualmente, existe una idea fija de lo que una residencia debe ser, pero su diseño y las políticas que la acompañan tienen que estar al servicio de los moradores, no al revés”.

Haciendo un poco de futurología, los desafíos clave estarán relacionados con la accesibilidad de este tipo de emprendimientos y la flexibilidad e innovación regulatoria aplicada por las autoridades locales para incorporar la diversidad de requerimientos y los diferentes “bolsillos” de las familias, en particular aquellas con menores recursos. En adición, no dejará de ser un reto la calidad del diseño y de los materiales para salvaguardar la privacidad, seguridad y bienestar de sus ocupantes, así como la integración constructiva de estos proyectos a un entorno amigable y su conectividad con el resto de la ciudad. Caso contrario, multiplicaremos los ya 900 millones de personas que sobreviven en los extensos asentamientos informales de las periferias urbanas, acelerando su segregación. Para esto último, no necesitaremos una bola de cristal.

* Alejandro López Lamia es Especialista Líder de la División de Vivienda y Desarrollo Urbano del Banco Interamericano de Desarrollo.

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