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Tribuna
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Paisaje después de la batalla

Podemos se quedó con el grueso de las nuevas clases medias y los jóvenes y el PSOE con los jubilados y las amas de casa

Pedro Sánchez comparece en la noche electoral.
Pedro Sánchez comparece en la noche electoral.uly martin

¿Se acuerdan de la última victoria socialista en unas elecciones generales? Fue en 2008 y en ella Zapatero consiguió por última vez el concurso de la llamada mayoría social de progreso para escribir el último capítulo de la gobernanza socialista en España. Pues bien, no hay nada tan definitorio de lo que supusieron las elecciones del pasado diciembre como el dato de que aquella mayoría de 11 millones de votantes socialistas de 2008 se partió por la mitad siete años más tarde, de tal manera que una mitad se quedó en el PSOE y la otra mitad emigró a Podemos.

A la hora de hacer el reparto, Podemos se quedó con el grueso de las nuevas clases medias y los jóvenes en tanto que el PSOE se quedó con los jubilados y las amas de casa. Por su parte, la clase obrera (los trabajadores manuales) se quedó a medio camino, sin decantarse en un sentido u otro. Nos encontramos así en un escenario postclasista, en el que al tradicional conflicto de clases entre trabajadores manuales y clases medias profesionalizadas le sucede ahora un conflicto de corte generacional que enfrenta a las clases pasivas de jubilados y amas de casa con las clases activas que se mueven en el agitado mercado de trabajo de la postcrisis y que financian con sus impuestos las prestaciones sociales de aquellas.

Llegado el fin de ciclo, tal como quedó visualizado en las elecciones de diciembre, una coalición de clases pasivas cerró filas en torno a los partidos del establishment en tanto que los sectores jóvenes servían de plataforma a la nueva política encarnada por Ciudadanos y Podemos. Era el momento de la triangulación, es decir de que los nuevos partidos promovieran con el concurso del PSOE un nuevo pacto intergeneracional que, sin poner en peligro las legítimas conquistas de los mayores, concediera a los jóvenes un nuevo horizonte de oportunidades vitales. En lugar de eso, el aprendiz de brujo optó por la polarización pensando que de esa manera tenía más fácil antagonizar con el PP y desbancar así al establishment.

El problema es que la coalición a la que se enfrenta no es tanto una oligarquía perversa como un desequilibrio demográfico que hace que el día de las elecciones las urnas se conviertan en una gerontocracia. Basta cualquier señal de que sus intereses están en peligro para que la tal coalición redoble su apuesta por la seguridad. Esta vez la señal ha sido el Brexit y la apuesta ha sido a favor de Rajoy.

Juan Jesús González es profesor de la UNED.

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