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Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí

Pintar en el asfalto como vía de expresión colectiva

Por Marian Simón Rojo, Surcos Urbanos y profesora en DUYOT

El 5 de junio se celebraba el Día Mundial del Medio Ambiente y el Paseo del Prado en Madrid se convirtió por unas horas en el centro de una jornada festiva y de sensibilización. Allí estuvimos apoyando a Madrid Agroecológico y, armadas solo con tizas de colores, logramos que el asfalto a los pies de la estatua de Velázquez se convirtiera en "un mural reivindicativo, comparando dos itinerarios que siguen nuestros alimentos, el agroindustrial y el agroecológico".

Ofrecimos a paseantes, pequeños y grandes, la posibilidad de pararse a dibujar motivos relacionados con la comida. La respuesta fue fantástica, probablemente porque algo tan simple como contar con tizas de colores y un espacio para pintar, nos reconcilia con nuestra íntima necesidad de creación y expresión. El boceto inicial pronto quedó desbordado, el mural siguió creciendo y perdió cualquier conexión con el tema inicial de la comida, pero no importaba. El puro placer de dibujar, de trazar figuras en el asfalto se impuso sobre todo lo demás.


El poder de una tiza en un mundo de videojuegos

Vivimos rodeados por dispositivos electrónicos, enganchados a tabletas, ocupados en juegos que no hemos imaginado. La relación en esos juegos, como en tantos otros campos de nuestra vida, se torna desigual: no creamos, usamos; recibimos estímulos, seguimos itinerarios, pasamos pantallas en un proceso en el que somos fundamentalmente destinatarios, repetidores a lo sumo, de historias inventadas por otros para tenernos entretenidos. Sin embargo, aunque muchas veces se nos olvide, podemos convertirnos en focos de expresión, de manera casi instantánea, si llegan a nuestras manos un par de tizas o de pinceles.

La pintura con tizas tiene una ventaja importante: es una técnica en la que el trazo es directo, sin herramienta interpuesta que haya que aprender a manejar. Las tizas permiten además superar de manera relativamente fácil las reticencias, e incluso el sentido del pudor, de muchos (niñ@s y adult@s) que no se sienten cómodos dibujando “porque no saben”. A ello contribuye por un lado el hecho de que, pintando con tizas en el asfalto o en un mural, los motivos son sencillos, grandes, aptos para todos; si aún así el dibujo no sale, siempre se puede escribir, las palabras son también parte de la expresión mural. Por otro lado, recogiendo las enseñanzas de Arno Stern, planteamos el mural como puro ejercicio de expresión, sin juzgar el resultado, apreciamos el valor de la experiencia y del dibujo por el dibujo en sí. Al ambiente relajado contribuye también el propio carácter efímero de la pintura con tizas, que será borrado con el paso de los coches o con la lluvia.

Pintar para reconquistar el espacio público

De la mano de los más pequeños, si estamos atentas, seremos capaces de recordar que un pequeño guijarro puede esconder un universo en su interior. Pero eso solo será posible si les educamos (también con el ejemplo) dándole alternativas y herramientas para que no vivan subyugados ante móviles y maquinas que se convierten en sumideros infinitos de lo más preciado que tenemos, el tiempo. Si algo necesitan, es que les dejemos tiempo para aburrirse y explorar, tiempo para inventar sus propios juegos e historias. Después de eso, todo será posible.

Bien es verdad que, en nuestras ciudades, necesitan también espacios públicos, de encuentro e interacción con otros, espacios en los que hacer realidad esas historias y juegos: parques, calles y plazas, liberadas de coches y reconquistadas para la vida ciudadana. La campaña de sensibilización en la que se insertaba la acción del Prado, supuso una oportunidad inmejorable de tornar en natural el sentarse en el asfalto y pintar, recuperando un ocio creativo, compartido y activo en un entorno privilegiado. Vino a demostrar una vez más que, cuando las calles se liberan de los coches, se abre un mundo nuevo de posibilidades.

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