Grandes como Piqué
Siempre he admirado de la gente como él la capacidad que tienen para ser el centro de atención y encima gozarlo
Cuando Piqué marcó el otro día en el debut de la selección española en la Eurocopa, a más de uno se le cruzaron los cables de la emoción, se le fundieron los fusibles del rencor y le saltaron, a la vez, las alarmas de la euforia y el despecho. Más de uno aún no sabe cuál de las dos apagar antes. El gol del catalán al que le gusta meterse en líos —simplemente, porque se negó a ser un robot— metió en uno a todos aquellos que entienden que cualquier muestra de significación que no coincida con sus esquemas es una provocación, un lío. España es un país de orden y esto es inaceptable. Partisanos y a la vez cainitas. Una fiesta.
Siempre he admirado de la gente como Piqué la capacidad que tienen para ser el centro de atención y encima gozarlo. El día de mi cumpleaños me despierto dudando sobre si debo o no llevar pastas al trabajo. Si las llevo, todos sabrán que es mi cumpleaños. En público, seré el centro de atención; en privado, el tipo que no ha acertado con el relleno del croissant. Si no las llevo, alguien se enterará de que es mi cumpleaños y pensará que soy un rancio por no traer nada. Todo este problema desaparecería si mi cumpleaños coincidiera con el del Piqué que hay en cada oficina. En la vida debe haber gente como el defensa central del Barça y gente que somos como el lateral izquierdo del Tranmere Rovers. Los pequeños tendemos a odiar a los grandes porque nos hacen sombra, pero yo prefiero amarles y tenerles cerca. Nunca sabes cuándo necesitarás esconderte detrás de algo que te cubra por completo.
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