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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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No tengo miedo

Gay o hetero, con miedo o valentía, la vida matrimonial puede ser un terreno áspero, un combate de corazones y fuerzas y también de sorpresas

Boris Izaguirre
Feliciano López en su partido contra David Ferrer en Roland Garros en mayo de 2016.
Feliciano López en su partido contra David Ferrer en Roland Garros en mayo de 2016.AP

No podía ser buena noticia la muerte de Muhammad Ali. Cuando la leí, recordé que en una biografía de William Randolph Hearst, el magnate de la prensa que inspiró Ciudadano Kane, se aseguraba que le había pedido a su amante, la actriz de cine mudo Marion Davies, que nunca le informara de la muerte de George Bernard Shaw, a quien admiraba profundamente. Ella cumplió la promesa: el día que murió Shaw ordenó a los talleres de los periódicos de su pareja que evitaran la noticia. Sea o no del todo cierta, es una bella e insólita anécdota. Yo también habría preferido no saber que Ali se marchaba. Porque fue mi héroe de niñez, un físico de Superman de verdad con un poco del espíritu del Che Guevara, los tres hombres que Victoria Lorenzo, la persona que sin salir de casa me ayudó a crecer, amaba.

Ali fue despedido en una ceremonia que había planificado durante 10 años y, en menos de 10 horas, otro hombre con nombre musulmán cometió un crimen de odio y terror en una apacible, casi familiar, discoteca gay de Orlando, Florida. Y mientras estaba en el dentista, caí en la cuenta de cómo me atormentaba lo sucedido y de cómo han vuelto a disparar vergüenza y miedo contra mi sexualidad. Estoy convencido de que eso era lo que de verdad se pretendía: tenemos que sentir miedo en vez de demostrar felicidad. “No cuentan las historias de las víctimas, como en otros atentados, porque eran gais”, dijo Marco, mi odontólogo. No solo intentan hacernos retroceder en el respeto conseguido, sino que también nos han incubado algo espantoso: miedo.

Mi dentista me escuchó y, mientras me revisaba, detuvo un momento su torturita para decirme: “Pues yo no tengo miedo. Y no permitiré que mis hijos lo tengan”. Yo tampoco siento miedo, si pudiera acudiría a todas las manifestaciones del orgullo gay, silentes, ruidosas y levantaría un monumento a esas madres también víctimas de Orlando que han salido a defender la memoria de sus hijos y a enseñarnos que ellas también aprendieron de ellos.

En el mundo continúan sucediendo cosas buenas y malas. La breve campaña electoral cuenta con un Mariano Rajoy más activo. En diciembre no quiso debatir con sus adversarios y en esta segunda oportunidad enmendó la plana y ganó el debate, al menos en opinión de Abc. Mi dentista insistió en que él creía que “el que se la comió fue el comunista”. “Y eso que a mí no me gustan nada los comunistas. Pero me fascina que sea comunista y se apellide Iglesias. Parece un chiste de médico”, me confesó. Quizá para quitarse la americana o para nutrirse naturalmente, Rajoy se fue a visitar un campo de alcachofas en Navarra. Mostró interés (que no es lo mismo que interesarse, como explicó un asesor durante una visita de Isabel II a un taller textil en India), en averiguar qué llevó a aquel sanote agricultor a abandonar la ciudad y radicalizarse en el cultivo de esa hortaliza. La alcachofa es sabrosa, diurética y combate el colesterol malo. En fin, una fuente de salud que puede crecer en suelos ásperos pero bien drenados, como mucha de la tierra y de los votos en España. “Pero la alcachofa tiene su corazón. Y su corazón es su fuerza”, matizó mi marido, dejando en el aire la sospecha de estar trabajando en la campaña de Mariano sin que yo lo sepa.

Con o sin alcachofa, gay o hetero, con miedo o valentía, la vida matrimonial puede ser también un terreno áspero, un combate de corazones y fuerzas y también de sorpresas. ¡Qué poco ha durado el matrimonio de Alba Carrillo y Feliciano López! Ha resultado un match más corto que aquel festejo que la exclusiva de ¡Hola! consideró originalísimo y lleno de enternecedores detalles. Feliciano es tenista y bello y David de Gea es futbolista y, aunque tirando a normal, también atractivo. Hombres activos en el campo, en la cancha y fuera de ella, con la testosterona a flor de piel. Algo patente tanto en el abrupto drive stroke de Feliciano a Alba como en la tarjeta roja de David de Gea: el guardameta parece enredado en una red de prostitución. Respetamos y queremos a Edurne, su novia, no al punto de llamarla compi yogui pero sí con bastantes horas compartidas en platós de televisión. Una vez escuché decir que ella era la auténtica estrella de Operación triunfo. En estos días de fútbol, la cantante es objetivo de las cámaras y responsable de tuits escrutados al máximo para saber si defiende a su chico o le marca un gol definitivo en una salida al campo que podría inspirar la canción más larga y el tuit más corto de su carrera: “No tengo miedo”.

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