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Como este artículo será fruto del azar de las lecturas, empiezo caprichosamente por el descubrimiento de una Marta Sanz —en Farándula (Anagrama)— que no anduvo antes tan expuesta a la novela de ficción e intención social como lo ha estado ahora (ni lo estuvo en su otra mejor novela, Lección de anatomía). He dado también con otro Vicente Valero en Las transiciones (Periférica), más compacta e intensa que la tibia rememoración de Los extraños, más hábil ahora al dejar fuera de su prosa al estupendo poeta que es. A Juan José Millás el presente vulnerable parece haberle también estimulado una metáfora fantasmagórica, perturbadora y sonriente Desde la sombra (Seix Barral), pero con un poso de amargura como bajo continuo. La invisibilidad de los parados, y hasta su consanguinidad con el genuino y patentado ser de España, están detrás de una fábula política que restituye para la ficción al escritor político de las columnas indóciles de hoy y al novelista de intención e ironía de El desorden de tu nombre, hace ya casi treinta años. A Andrés Trapiello tampoco habrá manera de sacarlo del presente ni de obviar la mirada tantas veces burlona y otras tantas melancólica. La ha vuelto a armar con algún damnificado ilustre, como Fernando Arrabal, en la última entrega de una auténtica novela gigantesca, Seré duda (Pre-Textos), como extenso e intenso, y casi mínimo y parabólico, han sido los relatos respectivos de Juan Gabriel Vásquez y Vargas Llosa. Varios de los personaje del relato fantasmal de Eva Blanch están muy vivos en Corazón amarillo sangre azul (Tusquets), plagada de personas reales para recrear la etapa final de Esther Tusquets, despótica y generosa, terca y caprichosa, junto a su entorno personal, con nombres cambiados pero todos transparentes —desde Ana María Moix hasta Pere Gimferrer o, evidentemente, Oscar Tusquets—. Sin serlo, tiene algo de secuela del autorretrato de un desorden vital y pijo que dejó Milena Busquets en También esto pasará (Anagrama), en tono y maneras del todos dispares a la leve nonchalance itinerante y memoriosa que ha vuelto a poner en marcha sin puerilidad alguna Marcos Ordóñez en Juegos reunidos (Libros del Asteroide). A Javier Cercas le sonaba a verdad lo que Milena Busquets contaba como ficción levemente disfrazada, mientras Cercas mismo remataba uno de los ensayos sobre la novela más perspicaces y estimulantes de los últimos tiempos, El punto ciego (Literatura Random House). Ni es ni quiere ser una novela, pero Cercas está metido en ese ensayo como si lo fuera.
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